A pie de calle

La (in)decisión es nuestra

Sacrificar la Navidad es una de esas ocasiones en que el esfuerzo colectivo valdría la pena

El COVID-19 empeora todas sus cifras en Galicia a una semana de la Navidad

El COVID-19 empeora todas sus cifras en Galicia a una semana de la Navidad

Andrea Pelayo

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Llevamos cerca de 300 días ante el espejo, sin poder desviar la mirada. El coronavirus nos ha dejado allí plantados, obligándonos a observar cada una de nuestras contradicciones, que no son pocas. Al principio, las paradojas eran de los demás. Del covid, que era “como una gripe”, pero ponía algunos cuerpos en jaque al octavo día. O de los políticos, que hacían y deshacían fases y medidas a lo que parecía su antojo. Todavía no sabemos si ese “su” se refiere al de los políticos o al del virus.

Ahora, ante la Navidad, que todos sabíamos que sería un punto incluso más sensible que las sagradas vacaciones, resulta que a las contradicciones que nos rodean –capitaneadas por la eterna lucha salud vs. economía; cerrarlo todo vs. consumir– se suman ya las innegables incoherencias propias, que no entienden de clases, ni de barrios, ni de fronteras. Todos estamos haciendo un cursillo acelerado de dilemas y vamos a acabar con matrícula de honor.

Ojalá 'salvemos' la Navidad, pero hoy estas cañas me las tomo con 10 amigos porque hace mucho que no nos vemos y las risas están aseguradas. Quiero apoyar al comercio local pero ese jersey lo 'debo' comprar en Portal de l’Àngel. Me autoconfino pero al 'gym' bajo en un momento, que estoy menos de una hora allí dentro.

El que esté libre de pecado (o contradicción), que tire la primera piedra. Confundimos necesidades con deseos. Por eso cabe preguntarse ahora si necesitamos celebrar la Navidad o si solo queremos. Sacrificar la Navidad es una de esas ocasiones en que el esfuerzo colectivo valdría la pena. Pero, ¿lo haríamos todos? ¿Mi renuncia individual serviría de algo?¿O sería como con las mascarillas, que hay unos cuantos que aún no saben ponérsela sin mostrar sus vergüenzas a través de sus visibles narices?

Había quien esperaba que los políticos nos obligasen a algo que tal vez no nos atrevíamos a hacer por nosotros mismos: cancelar la Navidad. Visto lo visto, la (in)decisión final va a ser nuestra. Estamos solos ante el dichoso espejo.