El apunte

No pasa nada si no celebramos las fiestas

Que no se va a hundir el mundo por ello, ni vamos a ser mejor o peor de lo que éramos el año pasado por estas fechas

GENTE COMIDA CENA NAVIDAD

GENTE COMIDA CENA NAVIDAD

Josep Maria Pou

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Digo que no va a pasar nada si no celebramos las fiestas. O por celebrarlas al mínimo. Que no se va a hundir el mundo por ello, ni vamos a ser mejor o peor de lo que éramos el año pasado por estas fechas. Entramos en la semana del dilema: ¿la fiesta o la vida?Y dando por hecho que la apuesta de todos, al igual que la mía, es decididamente por la vida, me atrevo a escribir lo que sigue.

No pasa nada por no volver a casa en Navidad. No pasa nada por darles esquinazo a las famosas muñecas y pasar de largo ante el portal. No pasa nada por no poner la mesa de todos los años. Ni tampoco pasa nada por limitarse a seis en compañía (en otra cena, mucho más santa que esta, sumaron hasta 13 y ya ven como acabó). No pasa nada por dejar sillas vacías. Aunque nos duela en el alma la ausencia de tantos y la presencia de tan pocos. No pasa nada por no cantarle a los peces que beben en el río. O por hacerlo, de hacerlo, bajito. No pasa nada por dejar que corra el aire. Por cenar con abrigo y bufanda. Por servir la pularda con guantes. Y no pasa nada por cruzar el umbral del Año Nuevo (¡que le den al 2020!) sin soplar ni un maldito matasuegras. No pasa nada.

No pasa nada si menguan los abrazos. Si la emoción, como la distancia, es mucha. Si el consuelo, escaso. No pasa nada si las burbujas ya no son solo las del cava. Si se limitan a dos por botella, se reduce la superficie de espuma y el descorche suena triste y apagado. No pasa nada. Y no pasa nada por saltarse el rito. Ni por cambiarle el paso a la tradición sagrada. Ni por mudar de costumbres. No pasa nada si encogen los regalos y si estiran las horas más que nunca. No pasa nada por quedarse en casa: cada uno en su casa y el sentido común en la de todos. No pasa nada por centrarse en los recuerdos, por olvidar el nombre de los días,por encerrarse en sí mismo a cal y canto. No pasa nada.

Pero sí que pasa, y mucho, cuando sucede todo lo contrario. Pasa que es un error querer salvar la Navidad (pero, ¿quién inventó este absurdo eslogan?) cuando de lo que se trata es de salvar la vida. Pasa que nos hemos pasado de confianza. Pasa que el ordeno y mando ha llegado tarde y mal. Pasa que las contradicciones y las medias verdades nos han convertido en gente de poca fe. Y pasa que al grito de que viene el lobo, algunos escuchan solo "¡qué buen turrón!".

Por eso estamos donde estamos. Surfeando a la deriva. Cabalgando de ola en ola. Manteniendo, en precario, el equilibrio,con la vista puesta en la tabla/vacuna salvadora. Es posible, pero, quesea esa misma vacuna la que paradójicamente esté tirando de nosotros hacia el fondo. Puede que la noticia de su aparición, la de su inminente llegada y aplicación, haya soltado en buena parte las amarras de la prudencia.Que la vista del salvavidas (nunca mejor dicho) al alcance de la mano, haya creado una falsa ilusión de mar en calma. Y puede que haya quien, alegre y confiado,ignorante e imprudente, se esté lanzando a nadar como si no hubiera un mañana. Puede.

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