MOVILIDAD

A favor de los atascos

Estoy orgulloso de vivir en una ciudad donde surgen ideas pioneras sobre nuestra manera de transportarnos y de convivir

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Ernest Folch

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Me gustan los atascos. Porque un coche que no avanza es un coche por fin limitado, al que se le ahoga debidamente y se le deja sin espacio en favor del peatón, la bicicleta y el transporte público. Me gusta que se quiten carriles, como el que ya está desapareciendo de la calle de Aragó: para que haya más aceras, más gente, más patinetes. Me gusta que se corten calles, como este maravilloso Gran de Gràcia en los fines de semana, reconquistado para la gente, las tiendas, la vida. Me encantan las denostadas ‘superilles’ (como la de Sant Antoni, tomada por los ajedrecistas), porque ahí donde había humo y ruido ahora habrá niños, familias y barrio en una nueva y necesaria convivencia. Me gusta que Barcelona sea un referente internacional en movilidad y que hasta ‘The Times’ reconozca lo que aquí cuesta tanto de admitir: que nuestra ciudad es un “ejemplo” de lo que deberían hacer muchas otras en el mundo. Estoy orgulloso de vivir en un lugar en el que, con todos los defectos que quieran, surgen ideas pioneras para hacer de la ciudad un lugar en el que repensar nuestra manera de transportarnos y de convivir los unos con los otros.

Y ya se sabe que cuando hay cambios, hay cabreados: los que viven del coche y de su economía, los que no son de Barcelona y solo vienen a visitarla, los que no perdonan a Colau que no proclame la independencia cada día o los que no soportan que sea sensible con los presos, la lista es larga y en realidad, tediosa: porque para algunos da igual lo que haga el ayuntamiento, estará siempre mal hasta que no gobiernen los de su cuerda. Pero por mucho que se irriten, Barcelona hoy tiene un plan: transformarse en un lugar más cívico y ecológico, un proceso irreversible, con o sin pataletas, que harán todas las grandes ciudades del mundo. Algunos agradecemos en silencio cada nuevo carril bici, cada palmo ganado para los que caminamos, cada nueva estación de Bicing, cada corte de tráfico, cada metro cuadrado reducido para el motor y ganado para los pulmones. Quizá no seamos ni los que más gritamos ni los que más tuits ponemos, pero somos muchos. Y cada vez somos más.