ANÁLISIS

Matheus como síntoma

Ya es mala suerte que el brasileño no sea central; en el Barça últimamente no se acierta ni por azar

Matheus Fernandes.

Matheus Fernandes. / periodico

Sònia Gelmà

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Matheus Fernandes ha viajado a Kíev con el Barça. Llegó el pasado invierno, directamente cedido al Valladolid, y después de la pretemporada, se quedó en el primer equipo. No se sabe muy bien por qué. Pareciera que, distraídos por la falta de liquidez y el caos general de salidas a precio de saldo, nadie hubiera reparado en él.

Si se lo cruzaran por la calle, probablemente no lo reconocerían. Forma parte de la plantilla, pero ni siquiera fue presentado. Todo un misterio. Desconfíen de un jugador cuando el Barça no se molesta ni en ponerlo delante de los fotógrafos para dar los cuatro toques de rigor. Tampoco fueron presentados Keirrison Henrique, los dos fichajes que han perseguido la etapa de Laporta. Los recordamos habitualmente porque fueron dos, en el caso de la etapa de Bartomeu, hace tiempo que perdimos la cuenta de los brasileños desconocidos que llegaron principalmente al filial.

Ya que la presencia de Matheus en el primer equipo es del todo aleatoria, no responde a ninguna necesidad, es mala suerte que no sea central. Hubiera sido una bonita casualidad. Pero ya ven, que en el Barça de los últimos tiempos, no se acierta ni por azar.

Otro brasileño

La directiva saliente se fue asegurando que dejaban el Barça mejor que en el 2010. Nadie se hace responsable de una gestión deportiva que ha conducido un club que ingresaba cerca de mil millones de euros a una plantilla sin centrales y con un único delantero centro fichado del Leganés. Con tanto cambio resulta mucho más fácil difuminar responsabilidades, pero no hacía falta ser un visionario para darse cuenta ya la temporada pasada que, teniendo en cuenta la fragilidad de Umtiti y la desconfianza hacia Todibo, era prioritario incorporar un cuarto central.

Imagínense lo que debe pensar Koeman, a quien no le trajeron ni ese central ni al delantero que pidió porque no había dinero, cuando alguien le haya explicado que por ese mediocentro que no necesita pagaron 7 millones de euros. Más variables. Y ya no les cuento cuando un día de estos tropiece con la información de que en el filial hay otro brasileño, que tampoco es central, por quien pagaron 4,5 millones: Gustavo Maia.

El eje de la defensa nos hacía sufrir por cualquier imprevisto: un resfriado, una expulsión, un pequeño estirón, dejarían al Barça expuesto. La lesión de Piqué corta de raíz ese tormento, el peso de Correa cayó sobre su rodilla y sobre cualquier aspiración que no sea sobrevivir a esta temporada. A partir de ahora, se trata de asegurar un puesto en la próxima Champions y conseguir que no se queme lo bueno que tiene este equipo. Esa es la realidad del Barça actual. Lástima que lo que encontraron de oferta en Brasil fuera un mediocentro y no un central.