Análisis

Vacunas, opiniones y evidencias

La euforia desatada, reforzada por opiniones de determinados responsables sanitarios, es comprensible, pero debe ser contenida

Una mujer prepara una vacuna.

Una mujer prepara una vacuna. / periodico

Fernando García Benavides

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Uno de los referentes mundiales de la salud pública, Archibald Cochrane (1909-1988), que fue asistente médico en las Brigadas internacionales en nuestra guerra civil, nos recuerda en su clásico 'Efectividad y eficiencia. Reflexiones al azar sobre los servicios sanitarios' (1972) un principio básico en la práctica de la medicina: la aplicación de un tratamiento o una medida preventiva, como es una vacuna, debe estar siempre precedida por un estudio de carácter experimental en personas, a través de un ensayo aleatorio controlado que demuestre su efectividad. Esto es, junto al grupo de personas a las que se le administra la vacuna debe de haber otro grupo comparable de personas con características similares a las que no se le aplica la vacuna, y esperar el tiempo suficiente para comprobar que en el grupo de vacunados el número de personas infectadas es mucho menor (estadísticamente significativo) que en el grupo de no vacunados. Además, no debe haber efectos no deseados en el grupo de vacunados.

Mientras estas evidencias no estén demostradas y verificadas, a través de su publicación en una revista científica evaluada por colegas expertos en el tema, estaremos hablando de opiniones. Opiniones que son respetables, pero que no deben ser consideradas científicamente validas. Esto es lo que nos recordaba la semana pasada la revista científica 'Nature': lo que están anunciando varias empresas farmacéuticas estos días son buenas noticias, pero solo son noticias, no hechos científicos reproducibles. Y como decía al respecto el presidente de la Sociedad Española de Vacunología, el Dr. Amos García Rojas, en el mejor de los supuestos hay buenas intenciones en estos anuncios y, en el peor, intereses comerciales para incrementar sus beneficios. Este segundo supuesto, añado, no sería aceptable éticamente.

Por esto, la euforia desatada, reforzada por opiniones de determinados responsables sanitarios, es comprensible, pero debe ser contenida. La pandemia tiene aún lamentablemente un largo recorrido entre nosotros, por lo que debemos seguir aplicando las medidas preventivas no farmacológicas ya conocidas. Entre ellas, imprescindibles para que las personas acepten las medidas de confinamiento, las ayudas económicas a trabajadores, autónomos y empresas. Estas medidas, además de económicas, son sanitarias.

Ahora, cuando los indicadores de seguimiento de la pandemia: incidencia acumulada, índice R, porcentaje de positividad, camas ocupadas, etc.  (ha costado, pero ha sido un logro disponer de este cuadro de mando de la pandemia), parecen mostrar el inicio del final de la segunda ola, continuar pidiendo a los ciudadanos contención, en el ocio y las relaciones sociales, incluidas las familiares durante las Navidades, debe acompañarse de la asunción por parte de la administración de sus responsabilidades.

Esto es, para evitar una posible tercera ola, antes de que las vacunas demuestren que son efectivas, tenemos que insistir una vez más en la necesidad de reforzar las medidas preventivas, que pasan por la detección de casos, el seguimiento de los contactos y el aislamiento. Esto significa reforzar la vigilancia epidemiológica y la atención primaria. Por favor, no nos fallen de nuevo. Los ciudadanos estamos dispuestos a cumplir. 

*Catedrático de Salud Pública de la UPF.