La formación morada y los Presupuestos

Que ser Gobierno no salga tan caro

Una cosa es que Podemos vaya de la mano de ERC en el Congreso para consolidar el bloque de izquierdas y otra hacerle la campaña en Catalunya sin medir el desgaste en la confianza entre socios

Pedro Sánchez, junto con los vicepresidentes Carmen Calvo y Pablo Iglesias, este 18 de noviembre durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso.

Pedro Sánchez, junto con los vicepresidentes Carmen Calvo y Pablo Iglesias, este 18 de noviembre durante la sesión de control al Gobierno en el Congreso. / DAVID CASTRO

Inma Carretero

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Salvo que se estrellen en la última curva, los Presupuestos del Estado caminan embalados hacia su aprobación y, es verdad que los polvorones están de por medio y que queda tiempo para el 14-F, pero las elecciones contaminan inevitablemente el debate de las cuentas: porque los actores protagonistas en la tramitación son los antagonistas en la contienda catalana (ERC va por delante en las encuestas y Ciudadanos ganó los últimos comicios) y porque, contra todo pronóstico, Catalunya parece dejar dormir tranquilo al presidente del Gobierno pero ha alterado estos días la convivencia en la coalición. 

Y es que el duelo a besos que libran los comunes y ERC por el espacio de la izquierda está de fondo en la estrambótica decisión de Pablo Iglesias de salirse un ratito de la coalición para enmendar, en alianza con los republicanos y Bildu, las cuentas que Unidas Podemos había pactado previamente con Hacienda. ¡Hasta organizaron un acto de presentación, con <strong>codazo de complicidad incluido del presidente y el vicepresidente</strong>! Esta foto, forzada aquel día para que viésemos con nuestros propios ojos que estos Presupuestos son muy de Pablo Iglesias, es absolutamente contradictoria con la del martes, en la que el partido del Gobierno se coaliga con la oposición, para que comprendan los catalanes que los comunes siguen siendo tan reivindicativos en materia de desahucios como cuando no tenían responsabilidades de gobierno. 

Quizá para comprender tal ejercicio de desdoblamiento, Gobierno y oposición todo en uno, hay que mirar un poco más atrás y recordar lo desastrosas que fueron las gallegas y vascas para las marcas de Podemos y quizá eso explique que Pablo Iglesias intente espantar con aspavientos el fantasma de que ser Gobierno les sale caro en las urnas. Esa fue una de las lecturas del verano: Galicia en Común quedó fuera del Parlamento autonómico y Elkarrekin Podemos se desplomó. Iglesias necesita un buen resultado de los comunes y, por lo pronto, no está dispuesto que Gabriel Rufián entregue en solitario a los catalanes el trofeo del brazo torcido del PSOE.

En los cuarteles morados deberán de pensar que una cosa es ir de la mano de ERC en el Congreso para consolidar el bloque de izquierdas y otra hacerle la campaña en Catalunya, sin medir del todo el desgaste que esto puede ocasionar en la confianza entre socios (porque estaba en marcha una negociación interna) y sin pensar en el deterioro de la credibilidad de Unidas Podemos como partido de gobierno. Por no entrar, claro, en el daño que hacen al PSOE gesticulaciones de Iglesias, como ha ocurrido con Bildu. 

Lo que está por ver es cómo le sienta a Pablo Iglesias la estabilidad de la legislatura y si, una vez que pasen las catalanas, se proyectará hacia 2023 con una estrategia a largo plazo, sin tener que sobreactuar por casi todo en el regate en corto. Si demostrarán PSOE y Unidas Podemos con hechos eso de que hay gobierno para rato o la coalición sobrevivirá expuesta a una permanente tensión electoral. Por cierto, que de eso los catalanes tienen cierta experiencia.  

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