DOS MIRADAS
Saharauis
El Sáhara Occidental es una tierra de nadie que ha visto crecer durante décadas generaciones sin esperanza
Josep Maria Fonalleras
Escritor
Josep María Fonalleras
No he estado nunca en el Sáhara Occidental ni en los campamentos donde los saharauis tuvieron que habitar después de la ocupación de su país por los marroquís. Pero muchos de los amigos que han ido me hablan de una precariedad de décadas instalada como un castigo bíblico en un territorio áspero y amargo, una tierra de nadie que ha visto crecer generaciones sin esperanza, con ayudas internacionales que se han desvanecido en la casi generalizada desidia de gobiernos y organizaciones, y con colaboraciones altruistas de voluntarios que tanto trataban de llevar comida como educación, de acoger niños en colonias de verano o de enseñar al pueblo saharaui su propia historia, desde las pinturas rupestres a la invasión y el destierro.
Pocas imágenes me han quedado tan clavadas como la de un desfile conmemorativo en medio del desierto, con niñas y niños enarbolando no banderas sino peces hechos de papel y cartón con arena en su interior para darles volumen. Ellos, que nunca habían visto el mar de sus abuelos, rememoraban los días lejanos de pesca. Una reivindicación simbólica y triste. Pienso en ello cuando veo que se impone con una nueva violencia la injusticia de siempre.
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