ANÁLISIS

Perú en el precipicio

Con la crisis económica generada por la pandemia, el sistema político esclerótico del país sudamericano ha colapsado

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Salvador Martí

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Desde 1990 hasta hoy solo uno de los ocho presidentes peruanos en ejercicio (Fujimori, Paniagua, Toledo, Humala, García, Kuczynski, Vizcarra y Merino) ha escapado de ser acusado de corrupción: Paniagua. El resto han ejercido el poder de forma personalista y sin muchos escrúpulos en el marco de la Constitución de 1993, diseñada con voluntad autoritaria por Fujimori después de su “autogolpe”.

En estos 30 años el país ha vivido una dinámica esquizofrénica debido a la combinación de un relativo milagro económico y un infierno político. Hablamos de infierno político porque desde hace tres décadas el sistema de partidos peruano se desintegró, las lealtades políticas tradicionales desaparecieron y la credibilidad en las autoridades se evaporó. Un ejemplo de ello es que Perú es uno de los países de América Latina con mayor transfuguismo parlamentario y con menor credibilidad en las instituciones. Es un dato revelador que actualmente 68 de los 120 diputados están juzgados por corrupción.

Milagro económico

Por otro lado, sorprende que durante los últimos 20 años la economía peruana haya sido una de las más estables y exitosas de la región, con promedios anuales de crecimiento de alrededor del 6%. ¿Cómo se entiende este crecimiento? En gran parte por la demanda sostenida y los precios de lo que el país exporta, que son minerales e hidrocarburos. Un tipo de productos que se gestionan a golpe de concesión y que suponen grandes ingresos para las empresas transnacionales que los extraen y comercializan (norteamericanas, chinas y europeas) y para los políticos que regulan el sector. Otra cuestión es que los grandes beneficiados son pocos, y que la desigualdad social y territorial en el país es de escándalo. 

En este sentido podríamos decir que en la base del milagro económico está la de su reverso político. Los intereses de las grandes transnacionales y de los políticos han generado un clima de connivencia donde el crecimiento económico ha ido de la mano de una discrecionalidad que ha ido corroyendo las bases de la institucionalidad y la decencia. El problema es que este 'modus operandi' solo funciona mientras hay dinero fresco que circula, y esto es lo que –desde la crisis del covid-19– ha desaparecido.

Colapso

Con la crisis económica actual, el sistema político esclerótico ha colapsado. Las elecciones legislativas extraordinarias de enero del 2020 vaciaron de apoyos al presidente Kuczynski, quien fue relevado a través de un ‘impeachment’ por Vizcarra, que a la vez también fue depuesto por Merino, anterior presidente del Congreso, hace una semana, y que acaba de renunciar el domingo pasado.

Las masivas protestas de jóvenes auto-convocados (muchas veces a través de plataformas como tik-tok) en todo el país, y la represión desatada contra ellos (con dos muertos y decenas de heridos y desparecidos) han hecho caer un Gobierno que carecía de toda legitimidad. El problema ahora es cómo, en medio de este vacío de poder, se podrá gestionar la crisis actual. La espera de los próximos comicios (programados para abril del 2021) se hará muy larga. 

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