Vecino de Sant Andreu

Rutina de piscina

Se podría decir que la gente con la que me encuentro ya es mi grupo burbuja

Una clase de 'aquabike' en Aqua Body Studio.

Una clase de 'aquabike' en Aqua Body Studio. / periodico

Marc Pastor

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Después de todos esos días encerrado en casa, uno de los primeros lugares a donde llamé en pleno desconfinamiento exprés fue el Club Natació Sant Andreu para saber en qué fase abrirían la piscina. Mi salud física y mental me reclamaba dar unas brazadas. También me pedía dar abrazos, pero este es otro tema que aún tardará en resolverse.

Situada al lado de la Rambla de l'Onze de Setembre, es la piscina donde aprendí a nadar y también donde ha visto cómo mi hijo hacía sus primeras zambullidas. Debo decir que este orgullo de padre se ha visto un poco velado por los sofocos que he sufrido en las gradas, quizá uno de los lugares más calurosos y húmedos del planeta, solo detrás de una selva tropical de Madagascar y justo por delante de una ciénaga de Luisiana. En todos estos meses en que la piscina se ha convertido en el Guadiana (ahora la ves, ahora no; ahora la clausuran, ahora te la vuelven a abrir) he tenido que ir llamando para saber si se podía ir o si se tenía que pedir cita previa o si ya me podía olvidar de ir, como pasa desde hace una semana.

La rutina ha sido siempre más o menos la misma: madrugar el domingo y pasar a primera hora (quizá no a primera hora, tampoco hace falta exagerar, pero sí cuando las calles aún huelen a chocolate con churros y sudor de ciclista). Cambiarme solo en el vestuario y buscar un carril vacío para nadar unos tres cuartos de hora. Se podría decir que la gente con la que me encuentro ya es mi grupo burbuja, porque son siempre los mismos: la señora mayor a la que acaban de operar de una hernia cervical y va al tran-tran, el impaciente que te avanza haciendo aspavientos o el hombre del carril de al lado a quien una vez reté a una carrera en secreto. Cuando llegé al final de la piscina antes que él, celebré la victoria en silencio. 

Más tarde descubría que al hombre, un tío muy simpático con quien siempre tenemos el mismo diálogo sobre la pandemia en el vestuario, le faltaba una pierna. Desde entonces, además, siempre me gana en nuestras competiciones dominicales.