Análisis

Economía franciscana

El papa Francisco se posiciona a favor del cambio en la economía con nuevos valores y para hacer que esta no supedite la política

El papa Francisco llega a su audiencia general de los miércoles en el Aula Pablo VI en el Vaticano, el 28 de noviembre de 2018.

El papa Francisco llega a su audiencia general de los miércoles en el Aula Pablo VI en el Vaticano, el 28 de noviembre de 2018. / periodico

Guillem López Casasnovas

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Se identifica comúnmente como la de la austeridad; de la autoimpuesta, que es la buena. Hoy tiene un nuevo empuje de la mano del papa Francisco. Recojo de la nueva Encíclica 'Tutti Fratelli'. La tradición cristiana nunca reconoció como absoluto o intocable el derecho a la propiedad privada y subrayó la función social de cualquier forma de propiedad.

El principio del uso común de los bienes creados para todos es el primero de todo el ordenamiento ético y social, y es un derecho natural, originario y prioritario. Todos los demás derechos sobre los bienes necesarios para la realización integral de las personas, incluidos el de la propiedad privada y cualquier otro, no deben estorbar;  al contrario, deben facilitar su realización. Así, el derecho a la propiedad privada solo puede ser considerado un derecho natural secundario y derivado del principio del destino universal de los bienes creados, y esto tiene consecuencias muy concretas, que deben reflejarse en el funcionamiento de la sociedad.

Estas frases son las que utilizaron algunos políticos de derechas (el primero en reacciona fue el inefable José Ramón Bauzá, presidente de Baleares y hoy de sabático en el parlamento europeo) para calificar al Papa de 'comunista'. Católicos confesos de boquilla pero de práctica hipócrita, incluso imputados por la justicia, corifearon escandalizados.

Las referencias contra las interpretaciones de lo que era liberal y popular sonaban demasiado cercanas. Contra la desigualdad social. Lo que dice el Papa también ha de agradar a los sindicatos cuando afirma que 'la obsesión por reducir los costes laborales no advierte de las graves consecuencias que ocasiona, porque el desempleo que se produce tiene como efecto directo expandir las fronteras de la pobreza'.

E incluso algunos soberanistas pueden hacer un 'like' cuando dice Francisco que es cierto que las diferencias generan conflictos, pero la uniformidad genera asfixia y hace que nos erosione culturalmente. Todo ello aderezado por 'la naturaleza expansiva de la caridad', que lo debería invadir todo, de la que es ejemplo la rectificación del Papa sobre la convivencia de parejas homosexuales, extendiéndose a nuestras propias jerarquías en actuaciones recientes incomprensibles.

El papa Francisco se posiciona a favor del cambio en la economía con nuevos valores y para hacer que esta no supedite la política. Lo hace en un momento complicado, ya que son las clases más desfavorecidas, las que mayormente sufren la pandemia y las que paradójicamente más quieren volver a la normalidad. Por pobre y desigual que sea, es la vida que conocen, y contrasta bien incluso con la crisis que les niega la más humilde de las rutinas, como trabajar cada día, hacer vida con amigos y salir a las calles.

Por el contrario, somos las clases más acomodadas, las que menos hemos perdido con los confinamientos, las que vemos que el retorno a la normalidad es un error, nos mantiene a todos en el pozo del consumismo y el crecimiento insostenible, cuando debería ser ahora una oportunidad para hacer un nuevo comienzo.

Pero la mayoría supuestamente destinataria del cambio es posible que no participe. No creo que la coyuntura así facilite aquello de 'todos somos hermanos 'del Papa franciscano. Ciertamente, pero 'alguien tenía que decirlo'.

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