ANÁLISIS
Messi ya no sirve de coartada
Pero el Barça tiene a Messi. Ha sido la frase más repetida de los últimos años, por los rivales y por sus propios aficionados. El Barça se situaba en un escalón por lo que demostraba como equipo, y después subía uno o dos peldaños más por el hecho de tener al mejor del mundo ¿O no oyeron aquello de "el Bayern es mejor equipo, pero el Barça tiene a Messi"?
El argentino había conseguido marcar tantas veces la diferencia que nos creímos aquello de que él solo era capaz de ganar una Champions, pero lo cierto es que no, que sus triunfos europeos siempre fueron acompañados por un excelente equipo. Messi era la guinda del pastel. Sin él no había coronación, pero sin el pastel tampoco había celebración. Teníamos el precedente reciente ante el Liverpool, cuando Messi había hecho honor a la frase en el partido de ida, pero había asistido atónito como todos a la hecatombe de Anfield.
La realidad decía que el Barça naufragaba episódicamente en Europa desde el 2015, y a pesar de ello la presencia del argentino mantenía a los azulgranas cada verano entre los favoritos a ganar la siguiente edición. Hasta el 2-8. La paliza del Bayern fulminó el crédito restante. Esa humillación bajó de la nube no solo a los azulgranas, sino también a sus rivales.
Números terrenales
El Barça tiene que volverse a ganar el respeto europeo, y por primera vez en años, no aparece entre los principales candidatos al inicio del curso. A diferencia de otras temporadas, en esta no hace falta esperar a febrero ni tampoco a que nos lo diga Messi, ya en octubre constatamos que al Barça no le alcanza para la Champions. Eso no significa que no la pueda ganar, pero sería una sorpresa, al menos desde el momento actual del equipo y la proyección que se le intuye.
A diferencia de otras temporadas, en esta no hace falta esperar a febrero ni tampoco a que nos lo diga Messi, ya en octubre constatamos que al Barça no le alcanza para la Champions
Messi ya no sirve de coartada. De hecho, sus registros goleadores son extrañamente terrenales. Resulta difícil pronosticar si hablamos de una nueva normalidad o si se trata de un paréntesis en su continua evolución, como aquel que tuvo la temporada del Tata. Pero los años también pasan para él y mientras descubrimos qué Messi nos trae el futuro, estaría bien que el equipo acudiera a su rescate. Que el bloque fuera ahora quien le disimulara a él, como tantas veces fue al revés. El fútbol no tiene memoria y el convulso verano ha pasado factura a su imagen, era previsible que el día en que su rendimiento bajara, hubiera quien le enterrara. El pasado nos invita a no hacerlo.
Y mientras resolvemos la incógnita de Messi, es innegable que los aficionados digieren mejor la situación cuando ven que el vecino transita por algo similar. La diferencia es que el Madrid no está inmerso en un proceso de renovación. Mismo entrenador y mismos jugadores a la espera de Hazard. Y tampoco es candidato principal para esta Champions. En su caso, la coartada es la camiseta, ese peso ante el cual los rivales deberían desfallecer en Europa. Y en este contexto llega el sábado el primer clásico, de los más descafeinados de los últimos años y a puerta cerrada. Un clásico de mínimos, y en silencio.
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