IDEAS
Maldito / bendito virus
Cerraron, en su día, cines y teatros (permanecieron cerrados durante seis largos meses) y nadie se manifestó en las calles. Nadie habló de caos, ni de privación de libertades
Josep Maria Pou
Actor y director teatral
Josep Maria Pou
Esta vez es verdad: se pueden comprar duros a cuatro pesetas. Y no es ningún timo. El 'duro de plata' que uno adquiere tiene el valor real que anuncia, a pesar de comprarlo a bajo precio. El negocio es, pues, redondo. Y el beneficio, en el acto. Ocurre a diario en Barcelona. A la luz del día. O mejor, a la luz del ordenador, la tableta o el móvil. A un solo clic del ratón.
El pasado mes de julio, en plena pandemia y para facilitar el acceso a la cultura en tiempos de dinero escaso, cinco entidades punteras del sector cultural de Barcelona crearon, con el amparo del Ayuntamiento, el 'Bonus Cultura', una fórmula imaginativa mediante la cual uno paga 30 euros por un bono que tiene un valor real de 40 si se utiliza en la compra de libros, discos, entradas para el teatro, el cine, la música, etc. Dicho en corto: el Ayuntamiento te regala 10 euros por bono. Y uno puede adquirir y usar tantos como precise, sin límite alguno. El tal bono viene, pues, a desmentir aquello de “nadie da duros a cuatro pesetas”.
A mitad del mes de julio se pusieron a la venta 50.000 de esos bonos y ya en septiembre otros 150.000, que se pueden utilizar en 99 librerías, 35 teatros, 15 cines, 16 salas de conciertos y 8 tiendas de discos. Leo ahora en la prensa que, a fecha de hoy, la oferta de los tales bonos no está teniendo la demanda que se esperaba. ¿Sorpresa? Podemos lamentarlo, pero lo que no deberíamos hacer es sorprendernos. Porque se nos llena la boca (a mí, el primero) hablando de “las necesidades culturales de los ciudadanos”, cuando - decepcionado, no digo que no, pero realista, al fin y al cabo- deberíamos precisar y dejarlo en “unos cuantos ciudadanos”, sino en “apenas unos pocos ciudadanos”.
Cierran ahora bares y restaurantes (lamento, solidario, el enorme perjuicio que eso les supone) y se arma la de Dios es Cristo. Pero cerraron, en su día, cines y teatros -permanecieron cerrados durante seis largos meses- y nadie se manifestó en las calles. Nadie habló de caos, ni de privación de libertades. ¡Maldito/bendito virus que nos pone, por si algo faltara, un espejo delante de nosotros para que contemplemos como se engaña uno mismo!
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