ANÁLISIS
Tan orientados como inciertos
El cumplimiento del Plan Presupuestario no va a depender tanto de la capacidad de los gestores públicos como de la evolución de la pandemia
Jordi Alberich
Economista
Jordi Alberich
Este jueves el Gobierno ha enviado a Bruselas el Plan Presupuestario 2021, para su evaluación por la Comisión Europea. Del mismo dependen los Presupuestos Generales, fundamentales para encarar la reconstrucción desde una cierta estabilidad política. Unos Presupuestos que, pese al enorme ruido que acompañará su discusión en el Congreso, aparecen más orientados que nunca, pues la respuesta a la pandemia ofrece escaso margen de maniobra.
Así, en primer lugar, destaca el extraordinario aumento del techo de gasto, que se situará en 196.000 millones de euros, representando un 50% de aumento respecto del aprobado en febrero, e incorporando más de 27.000 millones de euros de fondos europeos. Una cifra desmedida, que responde a la excepcionalidad de la crisis sanitaria.
Una crisis que ha llevado a la Comisión Europea a suspender las reglas fiscales, aplicando la cláusula de salvaguarda del Pacto de Estabilidad y Crecimiento para los años 2020 y 2021. En la misma línea, España también ha acordado aplazar dichas exigencias, ante el enorme e indispensable incremento del gasto público con que mantener la actividad productiva, y atender a los colectivos más perjudicados.
A su vez, en el próximo año, y pese al déficit previsto, prácticamente no se darán modificaciones impositivas, pues la economía se halla en un momento de extrema debilidad, y el aumento de la recaudación fiscal, proveniente de incrementos tributarios o de la implantación de nuevas figuras impositivas, deberá dejarse para más adelante.
Finalmente, el gasto público se orientará en una doble dirección. De una parte, en el estímulo de aquella actividad económica que, sostenida en la digitalización y transición verde, genere crecimiento y empleo a largo plazo, conforme los criterios que sustentan el fondo europeo next generation. De otra, en el refuerzo del Estado del Bienestar para evitar que, consecuencia de la pandemia, millones de ciudadanos se sumerjan en una marginalidad irreversible.
Pero este Plan Presupuestario, más orientado que nunca, resulta, también, más incierto que nunca. Su cumplimiento no va a depender tanto de la seriedad y capacidad de los gestores públicos, como de la evolución de una pandemia que se halla más descontrolada de lo que preveíamos a inicios de verano. Un rebrote prolongado del virus puede llevarse por delante el escenario que ahora contemplamos.
En cualquier caso, estamos ante los presupuestos más trascendentales en décadas. Del acierto de los poderes públicos en este 2021, va a depender la reconstrucción de la economía y el mantenimiento de la cohesión social y, también, el dotarnos de un modelo productivo más eficiente y sostenible. Sólo a partir de esta mayor competitividad, podremos hacer frente a los escenarios económicos post-pandemia en que, en un recuperado contexto de disciplina fiscal, nos encontraremos un cuadro macroeconómico desequilibrado e inquietante con, por ejemplo, una deuda cercana al 120% del PIB. Por suerte, no seremos los únicos.
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