La hoguera

A Corcuera no lo interrumpe ni Dios

A Corcuera le estaba costando trabajo insuflar oxígeno a sus frases, pero no iba a permitir que un fallo cardiaco dejara a España sin saber su opinión

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Juan Soto Ivars

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<strong>José Luis Corcuera estaba en 'Espejo Público'</strong>, mascarilla con bandera de España en ristre, y había alcanzado el punto de ebullición explicándole a Susana Griso lo mal que lo está haciendo el Gobierno con el coronavirus. De pronto, a media frase, pegó un bote en la silla como si lo hubieran apuñalado o alguien hubiera pegado una patada en la puerta del estudio gritando “¡muera el rey!” Se llevó la mano al pecho con un “¡ay” desfalleciente mientras Susana Griso preguntaba: ¿qué ha pasado? "Es que -explicó el exministro con una voz inaudita y fantasmagórica, ahogándose- me ha saltado el desfibrilador".

Estos aparatejos vigilan el ritmo cardíaco de la gente con problemas del corazón y pegan una descarga de 18 julios, directamente sobre el ventrículo derecho, ante la más mínima sospecha de peligro. ¡Y había ocurrido! Corcuera se quedó hecho una pasa. Susana Griso se puso más pálida que él. Mientras llamaba al médico de Antena 3 (¿habrá también un psiquiatra de guardia?) el exministro se desinflaba. ¿Pasamos a publicidad, como en las películas? ¡Ni de coña! De pronto la escena tomó un camino insospechado.

“Pero -dijo Corcuera- déjeme solo terminar”. Griso, lívida, derrotada: “Bueno... Dígame”. Y Corcuera: “¡Es absolutamente inconcebible que con estos datos salga el presidente del Gobierno el cuatro de julio y diga que la pandemia se ha terminado!” Si Griso fuera un dibujo animado, en este momento se le habría desencajado la mandíbula y la lengua habría rodado por la mesa como una alfombra que se despliega. A Corcuera le estaba costando trabajo insuflar oxígeno a sus frases, pero no iba a permitir que un fallo cardiaco dejara a España sin saber su opinión.

Al final la presentadora le tuvo que pedir que parase. “Lo tengo que dejar aquí”, dijo, a lo que Corcuera, ya totalmente coronado como Dios Absoluto de Todos los Tertulianos, replicó: “No, lo tengo que dejar yo”. ¡Vamos, hombre! Mis respetos, y espero que no sea nada grave.

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