Desde el Eixample

Los pisos de mi barrio

La Esquerra de l'Eixample se está llenando de balcones con carteles de 'se alquila'

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Olga Ruiz

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En mi barrio hay demasiados pisos en alquiler. Son pisos grandes, antiguos y caros. Me refiero a la parte antigua de mi barrio, activada a principios del siglo XX con la creación del Hospital Clínic y la Facultad de Medicina, y potenciada por el Mercado del Ninot, que data de 1935. En esos años treinta está el origen de muchos de los edificios de viviendas de la Antiga Esquerra de l'Eixample. Son pisos bonitos en su mayoría, modernistas, herederos de una época de especial sensibilidad artística. Algunas porterías gozan de la protección del patrimonio arquitectónico, imprescindible instrumento para proteger un legado insustituible, en tiempos de especulación máxima e ignorancia artística.

De aquella época dorada del barrio solo quedan algunos vecinos de edad avanzada. Son pequeños propietarios que, ajenos al mercadeo y a la usura, siguen habitando -en el más amplio sentido de la palabra- su casa y sus calles.

Ellos son los auténticos vecinos, el resto alquilamos viviendas efímeras y despersonalizadas. Como los negocios, como el barrio.

Nos sentimos de paso, expuestos a nuestra suerte y a la de aquellos con los que compartimos alquileres imposibles. En mi barrio no hay demasiadas personas que vivan solas, querer no siempre es poder.

Es el barrio de los pisos compartidos, de los estudiantes universitarios, las parejas, los amigos, un barrio de vida emergente. Todo ha funcionado frágilmente bien… Hasta que llegó la pandemia.

No se pueden compartir gastos cuando no hay ingresos, cuando la nueva anormalidad nos obliga a pensar en presente-aquí y ahora- como modo de supervivencia. Nuestro día a día es una amalgama de incertidumbres, y el barrio ha empezado a sufrir las consecuencias.

El Eixample se ha convertido en un 'collage' de carteles de pisos en alquiler. Pisos vacíos, grandes y caros. Los precios apenas se han movido mientras a nosotros nos han sacudido de arriba a abajo, bien fuerte. El coronavirus está vaciando pisos de mi barrio, una forma cruel y disimulada de vaciar vidas.

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