Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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Los míos contra los tuyos

En mi ciudad, la atención primaria se ha desplomado y los hospitales no dan abasto.

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Escribo esto un miércoles. Sobre mi distrito pende cual espada de Damocles la amenaza de confinamiento. 

Por esta razón estaba yo muy pendiente de la comparecencia de Isabel Díaz Ayuso. La presidenta apareció con ojeras, despeinada, mal maquillada, y retorciéndose las manos en un gesto de angustia. Ha engordado visiblemente, signo inequívoco de estrés. 

Cuando se lo hice notar a mis dos compañeros, y les dije que me inspiraba pena, la reacción de uno de ellos me aterró: «Esa hija de p… Así se muera». Hablamos de un hombre culto, artista, universitario,  que soltó la frase con un odio virulento, deseándole con la mayor inquina la muerte a una mujer a la que no conocía de nada, y cuyo único pecado era representar al partido que él no ha votado. 

Sí, puede que ese partido haya privatizado gran parte de la Sanidad de Madrid. Pero a ese partido lo votaron 714.00 personas que serán tan responsables como ella de la debacle. ¿Vamos a desear la muerte a todas ellas? 

Somos el segundo país europeo con más tasa de contagios, después de Luxemburgo y por delante de Rumanía. Las cifras varían según el medio y el organismo al que se consulte, pero el caso es que estamos doblando a  la de países como Francia, Portugal o Países Bajos. En mi ciudad, la atención primaria se ha desplomado –yo misma me he hecho el test de antígenos en un centro privado, porque mi centro está colapsado–, las plantas hospitalarias ya no dan abasto, que Dios te coja confesado si tienes una intervención quirúrgica importante pendiente porque Madrid ha pospuesto la lista de espera quirúrgica, y quiera el mismo Dios que no te dé un infarto, porque en Urgencias hay listas de espera de cuatro horas. Estamos viviendo una emergencia sanitaria sin precedentes.

Y por si esto fuera poco, hemos entrado en recesión, después de registrar un desplome histórico del Producto Interior Bruto (PIB) del 18,5 % en el segundo trimestre. Esta crisis va a ser más dura aún que la del 2008. Va a ser la madre de todas las debacles.

En la segunda guerra mundial hay un hecho que marca un cambio de rumbo en la contienda: El famoso discurso de Churchill. El de 'Sangre sudor y lágrimas'. Churchill convenció a los británicos de que la única forma de resistir al asedio alemán era mostrando una unidad inquebrantable. Francia, Austria, los Países Bajos y Bélgica se habían dividido en bandos y por eso habían sido invadidos. Los británicos demostraron que la única forma de hacer cara a un invasor es desde la cooperación a hierro.

Y, sin embargo, en el momento más vulnerable de nuestra historia reciente,  cuanto más necesitados estamos de mostrar un frente unido, es en el momento en el que más odio y polarización estamos viviendo. Cuando nos insultamos en un hemiciclo como en un patio de colegio, como ha sucedido en esta mañana de miércoles, en el país más polarizado y guerracivilista de Europa, en el país en el que un 15% por ciento de los españoles ha respondido en una encuesta que no se iría de cañas con un votante de un partido en el extremo ideológico contrario al suyo... ¿ Qué esperanza nos queda?

El virus está en el aire, pero no es el corona, no. 

Es el de  «los míos contra los suyos». 

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