Análisis
Afán de protagonismo, justicia, política
Eulàlia Vintró
Catedrática de la Universitat de Barcelona
Eulàlia Vintró
Desde hace mucho tiempo, demasiado, el debate político en las instituciones, entre los líderes y partidos parlamentarios, los medios de comunicación, el tejido asociativo y entre la ciudadanía, en el que, después de las discusiones que sean necesarias, se debe llegar a transacciones, pactos y acuerdos de gobernabilidad y de respeto a los mismos, el debate, decía, ha desaparecido y ha dejado paso a los insultos, las descalificaciones y las querellas judiciales. En España y en Catalunya empezamos a estar más pendientes de las sentencias de los tribunales, de las denuncias y demandas interpuestas que de los proyectos de ley, las propuestas de los partidos y de sus dirigentes, las iniciativas legislativas populares y los acuerdos de gobierno o las votaciones parlamentarias.
Incluso algunas medidas adoptadas por ayuntamientos y comunidades autónomas en relación con el virus pueden ser desautorizadas por los jueces en favor de las libertades personales cuando el riesgo es la salud comunitaria e individual. No olvidemos cómo se criticó el estado de alarma y la acción del Gobierno central y como se presumió, falsamente, de actuar mejor si se podía hacer autónomamente.
La utilización de la justicia, procedimiento más propio de las derechas, para obtener los fines que la política no permite alcanzar, dados los resultados electorales y las correlaciones de fuerzas políticas para gobernar, está generando un lío cada vez más difícil de desentrañar y está alejando la ciudadanía del seguimiento e interés por la vida política y la realidad. Lejanía que, obviamente, solo beneficia la derecha.
Todavía hay otro elemento perjudicial para la gente: el afán de protagonismo por encima del bienestar general. No es el momento ni me corresponde el análisis jurídico de la sentencia por desobediencia, pero sí tengo claro que el 'president' Torra, anunciadas las nuevas elecciones el pasado enero, era consciente de que su labor en la Generalitat no sería recordada de manera elogiosa, que era acusado muy mayoritariamente de no haber gobernado y que las previsiones futuras no favorecían su gran objetivo proclamado, la independencia. Pasaría, pues, a la historia sin ningún hito notable, ni referéndum, ni república independiente, ni 'momentum', ni cárcel, ni fuga al extranjero... La Junta Electoral Central le facilitó el camino, fue el primer presidente de la Generalitat en activo condenado a un año y medio de inhabilitación y a 30.000 euros de multa por desobediencia. Y así lo ha hecho, aunque muchos asesores le recomendaron que retirara la pancarta del balcón de Palau, incluido el Síndic de Greuges.
Será un final de legislatura impropio del prestigio institucional que merece la Generalitat. Ha dejado en manos de los tribunales la convocatoria electoral y ha reafirmado su apuesta por menos de la mitad de la ciudadanía catalana. Elegido a dedo y no por sufragio universal, ayer tuvo todavía una oportunidad para reivindicar la política frente la justicia y el afán de protagonismo: convocar las elecciones. Catalunya lo hubiese merecido.
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