Dos miradas

Vallvé y el confeti

De aquel enclaustramiento del confinamiento, Pau Vallvé ha firmado un disco magnífico -'La vida és ara'- que oscila entre el tormento y el empuje

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Josep Maria Fonalleras

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Para los creadores, el confinamiento estricto representó un hachazo, como para todos. Se encontraron, sin embargo, con cosas que tenían entre manos o con un tiempo con el que no contaban, o con la oportunidad de enderezar historias o de pensar en otras, nuevas, a partir del aislamiento al que se vieron lanzados. Y también hay quienes sufrieron un colapso fenomenal, no solo sin la mítica (y falsa) inspiración, sino también sin ningún intento de hacer nada que no fuera deshacerse en un sofá, absortos en la reflexión, la desazón o la pereza.

Hubo quienes, como el músico Pau Vallvé, habitaron en un sótano (no metafórico, sino real) porque el destino o la fatalidad así lo decidieron. De aquel enclaustramiento, ha salido un disco magnífico -'La vida és ara'- que oscila entre el tormento y el empuje. Sacudidas emocionales, pero también conciencia del presente donde estamos, explicada desde la calma. E imágenes fascinantes, como la del confeti (¡un solo y antiguo confeti!) que cae del techo del comedor y evoca, frágil, insignificante, "las épocas gloriosas del pasado". Desciende cuando no tocaba, chispa mínima que enciende el fuego de lo que fuimos, antes de todo esto.