ENTREVISTA

Pau Vallvé: "Cuando nos va mal todos somos comunistas"

El músico publica 'La vida és ara', un álbum liviano y purificador, creado durante el confinamiento, que muestra este sábado en el Mercat de Música Viva de Vic

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Jordi Bianciotto

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Pau Vallvé sacó partido del confinamiento grabando un disco, 'La vida és ara', que presenta este sábado en uno de los conciertos presenciales del Mercat de Música Viva de Vic. Formato de dúo multitarea, con Darío Vuelta, que sacará de gira y recalará el 18 y 19 de noviembre en el barcelonés Centre Artesà Tradicionàrius. 

-Un álbum que no tenía planeado hacer.

-Pero me quedé confinado en el estudio: 75 días solo, con toda la maquinaria ahí, y sin nada más que hacer. Tres o días antes me había separado de mi pareja. Pensé: "me voy al estudio unos días". Y pasó lo que pasó. Una primera semana caótica, hasta que decidí apagar el televisor. Entonces la ansiedad se me pasó y todo mejoró. Me sentí  milagrosamente bien. Nadie esperaba nada de mí, ni había plazos de entrega que cumplir. El disco es el fruto de eso: todo fue jugar y pasarlo bien.

-El álbum evita los grandes volúmenes instrumentales propias de su obra y se decanta por canciones más livianas. ¿Un giro meditado?

-Al poder parar, y mirármelo desde fuera, me di cuenta de que había muchas cosas en mi música que no me representaban, como la épica y el drama, que tenían que ver con cómo era yo hace diez años, y que me habían quedado enquistadas. Comodines resultones, porque apelar a la épica, con batería y guitarras de rock, es algo casi porno, que sabes que seguro funciona.

-¿Cree que en sus discos anteriores abusó de ello?

-Había unos tics que quería sacarme de encima: sobreproducir y llenar demasiado el sonido. Me he encontrado con unas canciones que tal como empiezan, acaban, que no evolucionan ni se vienen arriba, y que su tono es sereno, y que no tienen tantas capas, ni un rock contundente. Todo esto lleva el disco a otro lado, aunque la canción siga siendo la misma y yo siga siendo yo.

-Ha grabado una bossa nova, 'Qué va, qué va'.

-Había sentido esa presión casi adolescente de lo 'indie' y lo alternativo, y acabé casi convirtiéndote en un prisionero. Pero con Estanislau Verdet yo hacía reguetones y bossa novas. Yo también soy todas esas cosas. La bossa nova me ha acompañado siempre: la 'vintage' y la de gente más moderna, como Marcelo Camelo.

-Y luego está 'Com troncs baixant pel riu'.

-Esa sería un bolero, repasando mi vida con un ritmo hecho con las manos. En este último año me he apasionado por los boleros antiguos; esas grabaciones de un solo micro. Y artistas con esos nombres… ¡Los Tres Diamantes!

-La música le ha salvado.

-Me he dado cuenta de que soy mucho más feliz de lo que pensaba. Yo he estado enfadado muchos años. Cada canción toca uno de los temas que me han angustiado, y 'Suposo que això és fer-se gran' es el resumen. Es una canción triste, porque ser feliz no significa que todo vaya bien; incluye una parte de aceptación o de recapitulación.

-El sector musical se está enfadando. ¿Qué le diría al señor ministro?

-No lo sé, pero ver ese póster del Ministerio de Sanidad, con público que parece de un concierto de rock figurando como mal ejemplo después del esfuerzo de estos meses por mantener la música en directo… Solo faltaba esto. Que la cultura, ya sean películas, series o música, fuera lo primero que consumiera la gente cuando se confinó, debería invitar a la reflexión.  Pero tanto músicos como técnicos hemos ido siempre a nuestra bola, y ahora nos damos cuenta de que deberíamos organizarnos un poco.

-¿El músico es individualista 'per se'?

-La humanidad en general lo es. Sobre todo, cuando nos va bien y no queremos dar nada al Estado. Cuando nos va mal, todos somos comunistas. Quizá estaría bien tener una visión general de las cosas.