Desde Gràcia

Seguir caminando juntos

Las organizaciones vecinales y los espacios autogestionados son las muletas que permiten seguir caminando a quienes lo necesitan. Esto sí que sigue funcionando

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Sonia Andolz

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Mari sonríe tras el mostrador de la panadería mientras pregunta a unos niños qué quieren para merendar. En la panadería empezaron a trabajar después de un parón muy corto al inicio del confinamiento pero la sonrisa de Mari no es alegre, es melancólica aún porque no hace mucho que ha perdido a su marido. Ella, Raquel y Rita están contentas porque parece que ha vuelto la vida al barrio. Con mascarillas, gel hidroalcóholico y distancias, pero ha acabado el verano y las familias que estaban fuera han vuelto. Lo mismo cuentan en la frutería de Diamant: menos mal que se reactiva todo. La frutería siempre está llena y durante el confinamiento no cerraron nunca. Jose, las Maris y Mauri llevaban el pedido a casa a las vecinas mayores y a quienes se acercaban a la tienda, les daban algo de conversación. Son esas redes invisibles que se tejen en las comunidades y que tanto hay que cuidar.

Pero este año, en verano, apenas entraban clientes en las tiendas y las calles estaban tranquilas y silenciosas – demasiado, para los comerciantes -. El inicio del curso escolar ha devuelto el bullicio a las plazas en horario de tarde, la sensación de ser un barrio habitado, no vacío. También ha devuelto el caos en las zonas de juego y la relajación en el uso de mascarillas entre los adultos que charlan. Quienes aún no han vuelto, o al menos no de forma masiva, son los universitarios que comparten pisos en el barrio. Tampoco se nota todavía, si es que llega, la bajada de precios en la vivienda de alquiler. Gràcia sigue estando sobreestimada y los propietarios siguen manteniendo los precios de antes del confinamiento, a pesar de la pérdida de valor adquisitivo de tantas personas en Barcelona. También se han reactivado las órdenes de desahucio, como nos informan colectivos organizados en un calendario gigante pintado en la pared de la estación de Fontana. Esto sí que sigue funcionando: las organizaciones vecinales y los espacios autogestionados son las muletas que permiten seguir caminando a quienes lo necesitan.