El mercado impulsó la fusión CaixaBank-Bankia

La compra de Bankia por parte de CaixaBank, o fusión si se quiere, es la consecuencia lógica de un proceso de cambio que afecta al sector financiero desde hace años y que se ha recrudecido en los últimos meses. El vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos, sin saber seguramente de la inminencia de la operación ya alertaba esta semana de la alarmante caída de la rentabilidad de las entidades financieras en Europa, incapaces de satisfacer las ansias de beneficios de los inversores. Decía De Guindos que la retribución del capital exigida actualmente está en torno al 10% o o 12% y que las entidades apenas son capaces de ofrecer el 2% de rentabilidad, un tercio de hace un año. Como consecuencia, la caída de la capitalización bursátil de los bancos se estaba acelerando por lo que las fusiones eran más posibles e incluso aconsejables para fortalecer a los bancos en la bolsa. Hasta el BCE tomaba ya un posicionamiento claro, algo inusual. Dicho y hecho. La operación de CaixaBank con Bankia está en línea de los consejos y los temores. Aunque De Guindos apuntaba más a operaciones transnacionales. Y en esa quiniela entran otras entidades como el Santander y BBVA, que en esa pugna de liderazgos y concentraciones están deseosas de protagonismo, aunque tienden a desmentirlo con vehemencia. La asignatura pendiente de este sector financiero que llega de la mano de la revolución 'on line' es la mejora del servicio. Entre exigencias de pandemia y falta de personal, el cliente ya no tiene la referencia de la ventanilla de la sucursal y ve su dinero desde algo más lejos que en el pasado. Sin retribución del pasivo, de las cuentas bancarias, la competencia extrabancaria va a crecer. Los más mayores son los más daminificados por la nueva banca de internet. Las colas en la puerta de las oficinas son la evidencia de descontentos crecientes. Pero la banca será más 'on line' o no será.