ANÁLISIS

Como la final de Berna

Leo Messi, en el estadio de La Luz, de Lisboa.

Leo Messi, en el estadio de La Luz, de Lisboa. / periodico

Antonio Franco

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Por el resultado y por el juego ha sido la decepción más grande de mi vida como barcelonista que sufro desde la final de Berna, en 1961, pero aquella vez la verdad es que un equipo tan acabado y deshilachado como el de ahora salvó el honor porque mereció ganar. Recuerdo que vi el encuentro en un pequeño televisor en blanco y negro que colocaron en el auditorio del colegio para que los alumnos viésemos como el Barça conseguía su primera Copa de Europa. Fue un día horrible. Los ya muy veteranos Kubala, Ramallets, Garay, Kocsis y Czibor no pudieron con la energía y los toques rápidos del Benfica.

En el banquillo también teníamos un entrenador sustituto y poco idóneo, Enrique Orizaola, mientras en el palco un presidente tan desacertado en sus decisiones como el actual había cometido la tontería de traspasar a Luisito Suárez --que también jugó el partido-- al Inter sólo cinco o seis días antes de la final. Era como comprenderán el vacilante Barça eterno, el antecesor directo del que ahora nos acaba de disparar contra el corazón con sus modernas incongruencias y su falta de competitividad.

No esperen que hoy escupa hacia arriba para ofender a los hombres del mejor Barça de la historia en el día que, demasiado tarde, van a empezar a desfilar. Sé lo que es el respeto. Pero reconozco que ningún club ha administrado tan mal un final de ciclo maravilloso, sin dirección en la gestión de la entidad, sin estrategia deportiva válida, sin renovación paulatina de algunos grandes jugadores que ya no tendrían que estar aquí, sin entrenador capacitado, sin una grada exigente pero unida y sin una crítica periodística sana y equilibrada.

El Bayern nos ha dado fuera del campo una lección más terrible que la que propinó dentro del estadio de Lisboa. Como en su momento no lo supo hacer Pep Guardiola inmediatamente después ha jubilado a los grandes viejos ya exprimidos (piensen en Robben y Ribery, pero no olviden la sabiduría de saber conservar a Müller), ha contratado a precios razonables jóvenes idóneos para el fútbol de esta década, ha sabido encontrar un técnico renovador, y nos ha puesto delante un espejo que muestra la decrepitud de no saber tomar decisiones. En Lisboa el Barça alineó 9 de los 11 hombres que ya demostraron en Anfield  ser un grupo de ensueño pero sin futuro por escasez de vigor.

Epílogo inmerecido

Toca actuar. Se puede buscar la respuesta a nuestro problema atrincherándose detrás de la querida plantilla más cara, veterana y laureada del mundo especulando sobre lo que todavía puede llegar a hacer impulsada por Messi. o aceptar en cambio el ofrecimiento de Piqué. Si se comete un error el Barça se hará daño a sí mismo y a los jugadores, varios de los cuales tendrían que estar ya en China o Qatar apurando sus carreras económicas.

Busquets,  por ejemplo, con tres errores graves en los tres primeros minutos de Lisboa, no merece este epílogo con la camiseta blaugrana, y lo cito porque le creo víctima de una mala conspiración involuntaria aunque piadosa de Setién, Abidal, Bartomeu y de todos los que habrían protagonizado un escándalo desde la grada si hubiese sido relegado al banquillo siendo tan formidable pero después de haber perdido una media de cuatro o cinco décimas de segundo en muchas de sus brillantes intervenciones.

Seamos sinceros: sabíamos que estábamos así de mal pero necesitábamos verlo. Veníamos avisados desde París, desde Roma, desde Liverpool, y hemos necesitado volverlo a ver en Lisboa. Se puede ganar o perder, pero no se debe llegar por cobardía intelectual hasta ese límite. Esta falsa fase final de la Champions, sin público, ha desvelado al mundo (y no al barcelonismo, que lleva dos o tres temporadas cerrando los ojos a lo que no quiere ver) la falsedad de la supuesta grandeza actual del Barça y calla ante la ausencia de decisiones de calado. Ahora todo será peor y más difícil. Les confesaré que sospecho que posiblemente necesitamos que incluso se vaya Messi para que pueda iniciarse otro proyecto desde el principio.

Amplia renovación

Toda esta temporada ha sido un precalentamiento para el tremendo partido del viernes por la noche, al que fuimos con ilusión en vez de ir con argumentos.  Ahora la renovación debe ser amplia, enérgica y casi total aunque únicamente exista un calendario de actuación de cinco semanas. ¿Hay dinero para hacerla? Yo les cambiaría la pregunta: ¿hay voluntad y capacidad?

Con el Barçá tan desvencijado como la propia Catalunya toca volver a intentar sacarle rendimiento a las derrotas, esa queridísima especialidad de este rincón del mundo. Y toca hacerlo sin infantilismo. La fotografía que se hizo públicamente Quique Setién y sus ayudantes, sonrientes, bobos, en los prolegómenos de Lisboa, cierra el mal ciclo y es como el dedo de Mourinho indicando patosamente la dirección complaciente que precisamente no debe coger el Barça para reencontrarse con su futuro.