Emergencia ecológica en el Delta

¿Ahogar el Camp de Tarragona?

Revertir el 'minitrasvase' de agua del Ebro puede causar a medio y largo plazo más problemas que soluciones

Campo de arroz en el delta del Ebro

Campo de arroz en el delta del Ebro / periodico

Javier Santacruz

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La pandemia sanitaria causada por el covid-19 está dando paso a la mayor recesión económica en los últimos 75 años. El abismo al que nos asomamos es de una dimensión desconocida. Todas las previsiones apuntan a que la contracción del PIB en nuestro país estará entre el 9% y el 15% en el 2020, no recuperando el nivel previo de actividad a la crisis hasta el 2022. Es decir, en el mejor de los casos, la caída del PIB en el 2020 será equivalente a la acumulada durante cinco años en la anterior crisis del 2008.

En consecuencia, nuestro Estado del bienestar, que es la base de nuestra cohesión social, quedará muy perjudicado. En este contexto, es fundamental apoyar a nuestras empresas y autónomos, fomentando todas las medidas necesarias para incentivar la recuperación. El sector turístico representa el 15% del PIB español y es, sin duda, una de las piedras angulares de nuestra economía, teniendo como máximos exponentes territorios como Tarragona.

Hace algo más de 30 años el agua del Ebro llegó al Camp de Tarragona. Para conseguirlo se hizo una importante obra que consistió en el revestimiento de los canales del margen derecho e izquierdo, lo que permitió recuperar 12 metros cúbicos por segundo que se perdían por filtración. De estos 12 metros cúbicos por segundo, se asignaron hasta metros cúbicos por segundo para las necesidades del Camp de Tarragona. La llegada del agua cambió tanto la fisonomía urbanística como la estructura económica. Permitió potenciar el turismo y la industria, siendo estos sectores claves para el empleo y el desarrollo económico del territorio.

Resolución rechazada

Pero para asombro de muchos, En Comú Podem presentó una propuesta de resolución en el Parlament de Catalunya para instar al Govern, entre otros temas, a revertir el 'minitrasvase' de agua del Ebro al Camp de Tarragona. Basados en un supuesto consenso de los científicos y aprovechando la situación de emergencia ecológica en el Delta, dichos representantes parlamentarios abogan por la adopción de medidas que alteran significativamente el funcionamiento actual de la cuenca del Ebro sin que para ello se haga un estudio pormenorizado de costes y beneficios de las medidas propuestas. La propuesta fue rechazada, pero la intención quedó ahí y abre las puertas para volver en un futuro.

La reversión del 'minitrasvase' comportaría la imposibilidad de suministrar agua a miles de personas y, consecuentemente, el cierre de una parte de la actividad turística e industrial. Es sorprendente que, después de más de 30 años de buen funcionamiento y entente social, se pretenda ahora –en uno de los contextos más adversos que conocemos– dejar sin suministro de agua al Camp de Tarragona, abocando de manera directa al desempleo a miles de trabajadores y al cierre de empresas y autónomos.

Por consiguiente, abordar el problema del delta del Ebro pretendiendo acabar con una institucionalidad (en el sentido de reglas y mercados territoriales) que ha funcionado razonablemente bien desde hace muchos años con una lógica de gestión eficiente del agua y que genera riqueza agrícola gracias a la cual se evita una mayor degradación del entorno del Delta y, por ende, riqueza económica y social, no es la mejor herramienta y puede causar a medio y largo plazo más problemas que soluciones.

Es necesario pensar en soluciones alternativas, creativas y que redunden en el beneficio de todos. En este sentido, la gestión sostenible que, aunque aparezca en contadas ocasiones, en realidad es la piedra angular de la conservación, restauración y mejora del Ebro. Es cierto que las consecuencias del cambio climático son asimétricas, pero el impacto que tiene sobre los ecosistemas y el territorio depende en gran medida del grado de preparación y resistencia de estos. Así, es clave un funcionamiento adecuado de las reglas de mercado para mostrar los precios y costes reales del agua que permitan un cálculo económico racional a la hora de acometer las inversiones necesarias para un aprovechamiento con sentido del agua y, al mismo tiempo, del medio rural y de los hábitats naturales.

En definitiva, hacer una estrategia proactiva y racional para frenar la salinización y degradación del delta del Ebro donde la gestión agrícola y natural del territorio apoyada en el agua es imprescindible y donde no es incompatible satisfacer las necesidades de regadíos con el agua para consumo del Camp de Tarragona y, al mismo tiempo, conservar los caudales ecológicos. ¿Queremos entonces permitir que ahoguen al Camp de Tarragona? ¿O deberíamos buscar una entente entre todas las partes implicadas, evitando populismos?