PERMISO PENITENCIARIO

En semilibertad

Encerrados en casa como hemos estado estos meses, parece mentira que aún se utilice este concepto para hablar del tercer grado otorgado a los presos del 'procés'

Jordi Cuixat, Oriol Junqueras, Raül Romeva y Jordi Turull, a su salida de la prisión de Lledoners por primera vez en régimen de semilibertad, el pasado 17 de julio

Jordi Cuixat, Oriol Junqueras, Raül Romeva y Jordi Turull, a su salida de la prisión de Lledoners por primera vez en régimen de semilibertad, el pasado 17 de julio / periodico

Núria Iceta

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En este tiempo de nervios, pantallas y Twitter, no hay día que no tengamos que aclarar un malentendido por el uso y la interpretación de una palabra dicha, atendiendo a la carga emocional de la experiencia personal, el contexto histórico y el entorno en el que se utiliza, en definitiva, a los códigos que se generan más allá de su literalidad. La idoneidad de un concepto en la esfera pública todavía exige más claridad. Por poner un ejemplo reciente, ha vuelto a pasar con la calificación de 'semilibertad' del tercer grado concedido a los presos del 'procés'.

Permitir que, durante unas horas, dejen la celda con un permiso para trabajar, estar con los suyos o ejercer tareas de voluntariado no es ser semilibre. La libertad es un concepto tan absoluto, que de hecho dudo que nadie pueda sentirse plenamente libre, atados como estamos a menudo a esclavitudes sociales o económicas. Estos permisos para salir de la prisión forman parte del reglamento penitenciario, forman parte del mismo sistema de castigo y no sé si de rehabilitación que toda condena pretende.

Encerrados en casa como hemos estado unos cuantos meses, y quién sabe cuántos más vendrán, con decretos y "recomendaciones" que restringen la actividad y los movimientos y que han vuelto a poner sobre la mesa el tema de los derechos fundamentales, parece mentira que todavía se utilice el concepto de 'semilibertad'.

Este fin de semana los hemos podido ver en la calle. Pero presos igualmente. A algunos los hemos podido ver y oír en los medios de comunicación porque tienen una proyección pública y hay mucha gente que los quiere escuchar. Nos guste lo que dicen o cómo, lean lo sucedido con sus ojos o con los nuestros, consideremos que la sentencia es justa o injusta, todas las interpretaciones son posibles; pero libres, ni semilibres, no lo son. Los hemos reconocido, con las marcas que dejan 800, 1.000 días de prisión, pero seguimos sin saber qué hacen allí, de qué sirve o a quién sirve que estén en la cárcel. Qué sensación de fracaso. Este sí, sin matices.