Crisis sanitaria internacional

Riesgos de asimetría

La distancia entre los países del norte y del sur de la UE hace muy difícil una salida a la crisis por la pandemia sin tensiones

El primer ministro holandés, Mark Rutte.

El primer ministro holandés, Mark Rutte. / periodico

Albert Garrido

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La salida de pata de banco del primer ministro de Holanda, Mark Rutte, poco antes de recibir a Pedro Sánchez en La Haya, al invitar a este a encontrar una solución dentro de España a la gravedad extrema del momento económico delimita con enorme precisión emocional los obstáculos que deberá vencer el Consejo Europeo los próximos viernes y sábado para acordar la cuantía y las condiciones de reparto del fondo de reconstrucción propuesto por la Comisión Europea. La distancia entre el norte y el sur de Europa, entre los relativamente poco dañados por la pandemia y los muy mermados, entre el realismo de Alemania y la ortodoxia cicatera del llamado frente 'frugal', hace muy difícil un desenlace sin tensiones. Falta complicidad y sobra desconfianza entre los Veintisiete, pero no hay alternativa al acuerdo, sea cual sea este, si se quiere evitar un desastre.

De los apoyos preliminares manifestados por Emmanuel Macron y Angela Merkel al proyecto de ayudas presentado por la Comisión –500.000 millones en subvenciones no reembolsables y 250.000 millones en préstamos– se dedujo apresuradamente que era muy sólido el punto de partida para llegar a un acuerdo. De los movimientos habidos las últimas semanas, incluidas la elección del irlandés Paschal Donohoe para presidir el Eurogrupo y la frialdad con la que los 'frugales' han acogido la última propuesta de Charles Michel, presidente del Consejo, es obligado concluir que son más las incógnitas de futuro que las certidumbres.

Desembolso menor

Puede decirse que faltan complicidades y sobran recelos, no solo en la primera etapa de la 'tournée' europea de Sánchez, sino en su escala de mañana en Estocolmo para entrevistarse con Stefan Löfven, primer ministro de Suecia. Rutte se ha convertido en la figura de referencia de cuantos creen que el programa de reconstrucción debe ser de una cuantía menor, las condiciones para recibir ayudas han de ser más estrictas y los plazos de devolución de los préstamos, más cortos. Todo inspirado en la guía de mano que rigió en la última crisis financiera que, en aras de la austeridad, retrasó la recuperación, una lección aprendida por Alemania, escala de hoy de Sánchez, pero soslayada por los 'frugales'.

La suposición de Rutte y otros de que los problemas que afronta España deben tener solución en España –tal opinión es extensible a Francia, Italia, Portugal y otros socios muy castigados– es la antítesis de lo que debiera ser la Unión y que solo lo es de vez en cuando. La digestión del 'brexit', los objetivos de convergencia, la existencia misma del euro y la necesidad de garantizar la vigencia del mercado único son razones suficientes para descartar, siquiera como posibilidad, una Europa de dos velocidades. En realidad, se evita siempre invocar tal modelo de futuro porque entrañaría un debilitamiento de la UE, pero sin alguna forma visible de solidaridad en momentos de crisis, es inevitable un ensanchamiento de las diferencias. Los argumentos y el talante de Rutte y compañía presagian sin duda la construcción de una Europa asimétrica. 

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