Opinión | Editorial

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Barcelona sin turismo

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Son decenas de miles de ciudadanos de Barcelona los que cruzan los dedos para que Barcelona vuelva a ser un destino turístico. De la recuperación de la afluencia de visitantes dependen miles de puestos de trabajo directos y también la viabilidad de la actividad económica de comerciantes, taxistas y restauradores e incluso el equilibrio de las cuentas de instituciones culturales. En las páginas del diario desfilan hoy las experiencias de la Barcelona que suspira por la recuperación del turismo y tiembla ante la posibilidad de que una mala gestión de la emergencia sanitaria facilite rebrotes que ahuyenten al visitante que se espera recuperar pero que aún no acaba de llegar.

El discurso antiturístico que estaba en su culmen hace dos veranos y que ya había empezó a matizarse cuando se empezaron a atisbar nubes en el horizonte económico ha quedado definitivamente obsoleto. Una pintada como el 'Tourist go home' vista hace no tanto en el Born hoy sería inimaginable: o en cualquier caso, una frívola expresión de extrema insolidaridad ante quienes se encuentran hoy económicamente en  vilo. Del discurso del decrecimiento turístico se ha pasado, y eso incluye al Ayuntamiento de Barcelona, al de la necesidad de poner en marcha campañas de promoción, inicialmente del autoturismo de los barceloneses, que tienen una oportunidad para redescubrir su ciudad (Viu Barcelona), con una segunda fase de atracción de turismo de proximidad español y francés y una tercera de recuperación en el resto de mercados turísticos europeos y asiáticos.

Del proceso de reflexión sobre el modelo de turismo que abrazó Barcelona en los últimos años, apartando por supuesto la turismofobia epidérmica, que no debería haber resistido la prueba de ver hasta qué punto sufre todo el tejido económico de la ciudad el parón de estos últimos meses, hay sin embargo muchos elementos aprovechables en el proceso de reconstrucción que se debe emprender. Al margen de la necesidad de impulsar otros sectores económicos generadores de riqueza y reducir la dependencia de una actividad de la que, con todo, no podemos prescindir, a la que no puede encontrar un relevo significativo a corto plazo y que suministra oportunidades de empleo, aunque a veces en condiciones mejorables, a trabajadores poco cualificados con escasas alternativas. La promoción del atractivo cultural de la ciudad debe ser una de las palancas de la recuperación. La reconquista para el ciudadano de espacios, monumentos y ofertas comerciales que habían quedado copados por la sobreocupación turística ha de ser una oportunidad tanto para el barcelonés como para ofrecer al visitante una experiencia ciudadana enriquecedora. Y la quiebra del modelo especulativo de apartamentos turísticos, uno de los elementos que contribuyó a la reducción y encarecimiento del alquiler residencial, ofrece una oportunidad de reflexionar sobre la red de alojamientos de la ciudad, un debate en que el sector hotelero tiene mucho que decir.