LA CLAVE
Rosa Parks recoge fruta en Lleida
Parks, King y Floyd son iconos globales de la lucha por los derechos humanos. A Toufik, Alí, Kabir, Magan Keita e Idrissa no los reivindica nadie: exprimidos en el tajo, despreciados en el pueblo, ignorados por la Administración
Luis Mauri
Director adjunto
LUIS MAURI
Rosa subió al autobús como cualquier otro día. Pero aquel no iba a ser un día cualquiera. La mujer negra se negó a ceder el asiento a un pasajero blanco y acabó entre rejas. Estamos en Alabama, en 1955. El encarcelamiento de <strong>Rosa Parks</strong> propulsó el movimiento por los derechos civiles y a un entonces desconocido <strong>Martin Luther King</strong>.
Martin viajó a Tennessee para dar apoyo a la huelga de basureros negros. El hombre, también negro, era ya un célebre activista. Aquella sería su última acción. Estamos en 1968. Un segregacionista blanco le metió un balazo en la garganta. El asesinato de King conmovió al mundo medio siglo antes que el de George Floyd.
George había salido a comprar como cualquier otro día sin saber que no habría más días. "¡No puedo respirar!", gritaba el hombre negro, el cuello aplastado bajo la rodilla del policía blanco que lo mató. Estamos en 2020 en Minnesota. La muerte de Floyd levantó una ola global de <strong>indignación contra el racismo</strong>.
Alí, temporero agrícola marroquí, malvive en el infierno. El infierno está en una antigua granja de ganado abandonada. Se lo cuentan Alí y el argelino Toufik a Elisenda Colell en este reportaje: "Vivimos como animales". Ellos y centenares de temporeros malienses, gambianos, cameruneses. Estamos en Lleida en 2020.
Sin escrúpulos
Parks, King y Floyd son iconos globales de la lucha por los derechos humanos. Sus historias estremecen, conciencian y despiertan admiración o emulación. Y a menudo son mangoneadas por propagandistas sin escrúpulos.
A Toufik, Alí, Kabir, Magan Keita e Idrissa no los reivindica nadie. Sus nombres no ondean en ninguna bandera, ni en Lleida ni en Huelva. Trabajo duro y mal pagado. Hacinados insalubremente. Exprimidos en el tajo, despreciados en el pueblo, ignorados por la Administración. También hay temporeros españoles, pero poquísimos ahí: marchan tras los jornales y los albergues del campo francés. La pandemia enfatiza la emergencia social. Pero solo la enfatiza: viene sucediendo año tras año sin que nadie mueva un dedo mientras se invoca con biempensante afectación a Parks, a King o a Floyd. O a los tres a la vez.
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