secuelas del coronavirus

Una doble crisis social golpea el Segrià

Granja ocupada por temporeros, en Aitona.

Granja ocupada por temporeros, en Aitona. / periodico

Elisenda Colell

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Lleida, y los pueblos de su alrededor, viven immersos en una doble crisis que las entidades sociales tratan de apaciguar con esfuerzos titánicos. Por un lado está el drama de los temporeros, cuya necesidad social está siendo este año mayor que en campañas anteriores. Pero simultáneamente se han duplicado las dificultades entre las familias que piden ayuda en las colas del hambre de la ciudad, debido a la crisis económica que ya acarreó el primer confinamiento -este sábado se ha decretado un segundo- por el coronavirus. "Vivimos una enorme incertidumbre y tensión, pero no podemos escondernos ante esta realidad", subraya María José Rosell, secretaria general de Cáritas en Lleida, que pide una mayor implicación de las administraciones. Por el momento, las ayudas se sostienen, en buena parte, con el mecenazgo privado.

La crisis sanitaria del coronavirus ha acarreado una crisis social y económica sin precedentes, especialmente por la rapidez con la que se ha producido. Las colas del hambre se han repetido en pueblos, barrios y ciudades del país, y Lleida no ha sido un caso aparte. Desde mediados de mayo, Cáritas Diocesana en Lleida atendió 544 personas por teléfono e hizo 608 entrevistas presenciales en toda la demarcación. En total, 1.152 personas atendidas, cuando en el mismo periodo del 2019 fueron 500. La mayoría de estas personas, literalmente, no tenían comida en la despensa y la oenegé ha aportado 20.000 euros en alimentación. El año pasado no se gastaron más de 7.000 euros en ese concepto. Los aumentos, cuenta la entidad, fueron mayores en la ciudad que en las zonas rurales.

"Nunca antes habíamos vivido este nivel de emergencia social", explica Rosell. Lo dice porque, además de este brutal aumento de la demanda para comer, también han dado apoyo a los temporeros. Tanto en los pueblos, como en la capital, la entidad también ha facilitado comida y apoyo a los temporeros, contando además con un mediador que visita todos los asentamientos rurales. "El problema es que la desprotección y vulnerabilidad de los temporeros es algo que llevamos décadas arrastrando, y ninguna administración ha sabido aún resolver ¿qué les cuesta sentarse, con el sector, y encontrar una solución?", se pregunta Rosell. Algo que en lo que también insiste Roger Torres, párroco y presidente de Arrels-Sant Ignasi. "Me gustaría que Mercadona o Carrefour financiaran el pabellón municipal, que pagaran un gran albergue para todos ellos, son quienes se benefician de los precios de la fruta", señala Torres. Ambas entidades, que comparten que la respuesta que este año ha dado el ayuntamiento de la capital leridana ha vuelto a ser "insuficiente", van a ofrecer un servicio de comida caliente en los pabellones instalados de emergencia a partir de este lunes.

Donaciones privadas

Las entidades han ido brindando todas estas ayudas con donaciones privadas. Pero no son los únicos. El futbolista del Mónaco Keita Baldé ha aportado también fondos para pagar un techo a algunos temporeros que vivian en las calles de Lleida. Al fin, y tras una fuerte polémica, cerca de 90 temporeros han salido de la calle y vivido en hoteles durante varias semanas. Los fondos acabaron el pasado jueves. "Algunos han ido a dormir en el pabellón municipal, y a otros les hemos pagado el billete de vuelta a sus casas", explica la activista leridana Nogay Ndiaye, que lamenta que el ayuntamiento de Lleida "no ha estado por la labor una vez más". El futbolista planteó financiar las obras para construir un gran albergue en la ciudad. "No pudo llegar a buen puerto y se sintió utilizado", explica Nogay. 

Mientras tanto, las entidades siguen preocupadas por lo que puede suceder en septiembre, cuando termine la campaña frutera. "La vivienda es el gran tema a resolver, hay cientos de familias que no pueden pagar el alquiler, habrá que plantear una fuerte medida para apaciguar los desahucios que pudieran venir", pide Rosell. En los meses del estado de alarma, Cáritas Lleida invirtió 3.000 euros en pagar alquileres, frente a los 25.000 del año anterior por el mismo periodio. Hubo que priorizar el hambre al techo. "Esperemos que las administraciones estén a la altura", pide Rosell