Colaboracionistas

Leyendo un trabajo sobre los intelectuales norteamericanos cómplices de Donald Trump, me entró una súbita turbación personal. Fue cuando trasladé la cuestión a los analistas y periodistas catalanes que, teóricamente al servicio de todos los ciudadanos, han sido partidarios del 'procés'. Por un instante me liberé de la idea dominante de que aquí los 'colaboracionistas' -esa palabra feísima- son quienes no se sienten independentistas, y la transferí a los que en algún grado han respaldado una secesión al estilo de las lideradas por Artur Mas, Carles Puigdemont y Quim Torra. Aunque la ciencia política aplica ese término a quienes trabajan para un enemigo exterior ocupante, los 'colaboracionistas' del  desastre del 'procés' han puesto cuidado en pensar -más que utilizar- la palabra para referirse a todos sus adversarios ideológicos del interior, incluyendo a quienes tampoco les gusta la España actual y proponen cambiarla democráticamente para que Catalunya y otras naciones encajen mejor en ella.

Entre los 'colaboracionistas' del 'procés' hay bastantes periodistas y analistas muy conocidos. Algunos modificaron las líneas éticas y deontológicas que seguían antes del 'procés', cuando defendían la igualdad radical de todos los catalanes, cuando creían que los medios de comunicación públicos debían atender  idénticamente a todos, cuando eran eficientes separando la propaganda de la realidad. Algunos, tras el descalabro, deben pensar que dando una silenciosa marcha atrás han recuperado la virtud profesional, aunque sea evidente que continúan sin utilizan el mismo 'Libro de estilo' al examinar los grandes errores y cobardías de los gobiernos de España que al analizar los pecados similares hechos desde la Generalitat.

Un amigo me dijo que entre los 'colaboracionistas' con el procés hay tantos que creen luchar por el "interés nacional" del país como simples interesados en sus pequeñas prosperidades personales. Puede ser. Y enfrente también. Tras lo sucedido hemos asistido a muchas transformaciones silenciosas solo justificadas -en los pocos casos verbalizados- con el argumento de que sus adversarios españoles hacían y hacen el mismo tipo de trampas éticas. Con eso reconocen que una parte del soberanismo no es nada regeneracionista. Muchos ya lo sospechábamos.