TABLERO CATALÁN
Susto o muerte para el PDECat
Josep Martí Blanch
Periodista
Josep Martí Blanch
Semana prolija en teorías e informaciones sobre la reordenación del heterogéneo mundo de JxCat. Con las elecciones catalanas en el horizonte próximo –en otoño si Quim Torra se decide por una fecha cercana al tótem del 1-O o en invierno a más tardar– a la ensalada multiproducto que tutela y lidera Carles Puigdemont se le acaba el tiempo para decirse sobre su futuro. De ahí el acelerón de las conversaciones entre el PDECat –David Bonvehí y Ferran Bel– y La Crida –Jordi Sànchez– para alcanzar un acuerdo de colaboración que por el momento no acaba de cuajar.
Es sabido que Jordi Sànchez, con el visado de Carles Puigdemont, exige la creación de una nueva formación política que liquide al PDECat vía integración. El análisis es el que sigue: para que tenga posibilidades de éxito la nueva formación política debe ser percibida claramente como izquierdista y ha de cortar cualquier amarre que permita conectarla, no ya con el pujolismo, si no tan siquiera con el masismo. Sólo así resultará atractiva para captar nuevos independientes o miembros de otras familias –incluidos cuperos– que no irían ni a la esquina más cercana con alguien que oliese demasiado a convergente. Naturalmente cabe gente del PDECat, e incluso ilustres e históricos convergentes, pero siempre que estén dispuestos a renegar de sus convicciones y al patrimonio político heredado de otros tiempos.
El PDECat se resiste por dos motivos. Uno es de índole romántico. En política, sin ser condición universal, se da la circunstancia de que a veces hay personas que creen con la suficiente convicción en algo para que les resulte de muy difícil digestión asumir que van a estar en un proyecto armado para circular en sentido contrario. Muchos militantes del PDECat, con cargo o sin él, no son de izquierdas. El proyecto al que les invita Jordi Sànchez sí lo es, y así de claro y explícito se pone de manifiesto en dichas reuniones preparatorias.
Supervivencia
La otra causa para resistirse es de índole crematística y material o, si lo prefieren, vinculada a la gestión de la propia carrera profesional de los miembros del PDECat con responsabilidades políticas. Si el proyecto que se les propone exige como condición que nada recuerde al PDECat, es fácil adivinar que su peso en la formación política resultante ha de situarse en la marginalidad como paso previo a la definitiva muerte política. Y normalmente uno sólo acude a una cena en la que le van a servir comida envenenada si ignora las intenciones del anfitrión.
Lo malo para el PDECat es que su propia cocina está poblada de chefs que también quieren enterrarlo. El primero es Carles Puigdemont. Pero ahí están también Miríam Nogueras, vicepresidenta del partido, o tantos y tantos altos cargos del Govern –empezando por los propios ‘consellers’ y ‘conselleres’ del PDECat– que, a pesar de que ahora con la boca pequeña se manifiestan a favor del mantenimiento de las siglas, no dudarán ni un segundo en ponerse al lado del líder de Waterloo en cuanto este dicte sentencia.
Lo harán por un simple cálculo de posibilidades para mantenerse en la pomada. Sus convicciones ideológicas, caso de existir, pesarán en este caso menos que la voluntad de sobrevivir en política. Y en el terreno de la supervivencia el valor de Carles Puigdemont es una apuesta mucho más segura.
El resumen es que los que quieren mantener con vida el partido fundado por Artur Mas se manejan entre un escenario malo y uno peor. Morir de un tiro o de un escopetazo. Por si fuera poco el próximo sábado es el bautizo del Partit Nacionalista de Catalunya que quiere convertirse en una alternativa para los votantes soberanistas a los que ya se les ha acabado la paciencia.
Suicidio
Si resiste y cada uno acaba por su lado, el PDECat va a quedarse en los huesos. No podrá soportar sin daños enormes la fuga de sus militantes más conocidos gracias a la proyección de sus cargos públicos y tampoco los embates de Carles Puigdemont capitaneando su propio proyecto político. Pero a pesar de las pérdidas, resistir es el único modo de ser coherente consigo mismo, con sus principios y situarse en una lógica política de largo plazo.
La vía del suicido, como quieren Carles Puigdemont y Jordi Sànchez, es que el PDECat se integre en una nueva aventura coyuntural pensada, no para armar un proyecto alternativo al que ya viene ofertando ERC des de la izquierda soberanista, sino simplemente para que no sean los de Oriol Junqueras los que ganen las elecciones. Porque ese es el único objetivo.
No quieran ver contradicciones. A fin de cuentas Jordi Sànchez siempre ha sido un hombre de izquierdas y a Carles Puigdemont le resulta indiferente el caballo que monte mientras sirva para seguir galopando. ¿Hacia dónde y para hacer qué? Es lo de menos. Basta con que llegue a la meta antes que el de Esquerra.
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