La recuperación económica

El compromiso exigible a las grandes empresas

Lo que pueden hacer los grandes empresarios españoles a cambio de las ayudas públicas que piden es adquirir un compromiso más claro con la prosperidad inclusiva y los buenos empleos

Ilustración de Leonard Beard

Ilustración de Leonard Beard / periodico

Antón Costas

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Si el objetivo de la cumbre de las grandes empresas españolas que se está celebrando estos días es enviar un mensaje de compromiso con una recuperación inclusiva y con la creación de buenos empleos, hasta ahora no lo están logrando. Espero, sin embargo, que en las conclusiones del presidente de la CEOE, Antonio Garamendi, acabe apareciendo.

De momento, la mayor parte de las intervenciones consisten en una retahíla bastante convencional de peticiones de ayudas al Gobierno, al estilo de “que hay de lo mío”. Al escucharlas me ha venido a la memoria una de las alocuciones más célebres del presidente norteamericano John Fitzgerald Kennedy cuando en su discurso de investidura el 20 de enero de 1961, dirigiendo a especialmente a los dirigentes de su país, sentenció: «No te preguntes qué puede hacer tu país por ti, pregúntate que puedes hacer tú por tu país».

Lo que pueden hacer los dirigentes de las grandes empresas españolas a cambio de las ayudas públicas que piden es adquirir un compromiso más claro con la prosperidad inclusiva y los buenos empleos. Si de esta recesión pandémica salimos con niveles elevados de desempleo estructural, como ocurrió en las recesiones anteriores, no habrá ni prosperidad inclusiva ni estabilidad social y política. Las grandes empresas tienen que liderar el compromiso de crear nuevos empleos, especialmente para las generaciones jóvenes que han sufrido la larga recesión del 2008 y se arriesgan ahora a sufrir otra igual.

Por otro lado, en las intervenciones de los dirigentes empresariales veo una serie de argumentos que requieren mayor sofisticación y modernidad. Déjenme mencionar solo, por razones de espacio, cuatro.

La vieja normalidad

La fantasía de volver lo antes posible a la vieja normalidad. Esta economía pandémica, a la que de forma brutal e impensada nos ha arrojado el covid-19, plantea el dilema de si debemos dar prioridad a proteger la vida o los medios de vida (la actividad económica y el empleo). Las grandes empresas se decantan por reabrir lo antes posible. Lo expresó de forma nítida Antonio Garamendi: “No hay que ir hacia la nueva normalidad, sino volver a la vieja tan pronto como sea posible”.

Los rebrotes que están apareciendo en los países que mejor han gestionado la pandemia, como Corea del Sur o Alemania, son una advertencia de que ya no podemos volver a la vieja normalidad. Lo ha dicho de forma inmejorable el alcalde de Seúl, Park Won-Soon: "Debemos sacudirnos la fantasía de que podemos volver al pasado al que estábamos acostumbrados".

No es posible volver al mundo de relaciones sociales alegres y despreocupadas del mundo de ayer. La prioridad ahora es hacer que la vida social y económica pueda seguir, pero en condiciones seguras. Si en un país como España, donde el turismo es una de sus principales industrias, aparecen rebrotes, el impacto sobre la reputación de país seguro para el turismo será demoledor.

Competitividad y reformas. La competitividad es como el colesterol, la hay buena y mala. El discurso empresarial sigue descansando sobre la competitividad mala: recorte de salarios y precariedad laboral. Hay otras formas más sanas: mejorar la productividad de los trabajadores. Esas son las reformas empresariales que ahora tocan.

Compromiso con el equilibrio de las cuentas públicas. A la vez que piden ayudas, los dirigentes de las grandes empresas españolas han de decir cómo piensan que se debe financiar ese aumento de gasto público. De lo contrario, muchas personas pueden temer que lo que proponen, pero no dicen, es la 'austeridad': que se recorten de nuevo los gastos sociales.

Propósito empresarial. Esta crisis es una gran oportunidad para que los dirigentes de las grandes empresas españolas se adhieran al movimiento de reforma del propósito de la empresa que han emprendido sus pares estadounidenses (manifiesto de la Business Roundtable) y europeos (manifiesto de Davos). Se trata de sustituir el viejo principio de maximizar el dividendo de los accionistas y la retribución de los altos directivos por el nuevo de maximizar el valor para todos los interesados en la buena marcha de la empresa ('stakeholders'): empleados, proveedores, clientes, comunidad y, naturalmente, los accionistas.

El núcleo moral que legitima al capitalismo es su capacidad para ofrecer prosperidad inclusiva y oportunidades de empleo para todos, especialmente para los que más lo necesitan. Las pymes españolas han creado un movimiento para la promoción de un capitalismo inclusivo. Sería incomprensible que ese compromiso no fuera compartido por las grandes empresas españolas.

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