Dos miradas

Síndrome de bañera

Era bastante imprevisible, por ejemplo, que se dispararan con el coronavirus las demandas de piscinas desmontables. No hubiera apostado por ello

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Josep Maria Fonalleras

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La pandemia ha tenido beneficiosos efectos colaterales. Primero, el sector de la celulosa y los papeles higiénicos; después, los fabricantes de geles hidroalcohólicos y de mascarillas. También las plataformas de televisión y las grandes compañías de venta por internet. Vendrán tiempos gloriosos para las primeras farmacéuticas que dispensen la vacuna. Muchas empresas se han visto abocadas al cierre o la trágica desaparición, pero otras han tenido que aumentar la plantilla para hacer frente a demandas inesperadas. Pasa con los momentos de crisis, y podríamos decir, retomando a Tolstoi, que todas las épocas de vacas gordas se parecen, mientras que cada bache lo vivimos de una manera diferente.

Era bastante imprevisible, por ejemplo, que se dispararan las demandas de piscinas desmontables. No hubiera apostado por ello. Sin embargo, hay compañías - como la multinacional Fluidra, con fuerte implantación en Catalunya -, que ya no dan abasto, con un crecimiento de un 50% de las ventas en relación al año pasado y sin 'stock'. Es como si la gente hubiera dicho: "Ya que no vamos a salir mucho, al menos bañémonos en casa". Pasamos del síndrome de la cabaña al síndrome de la bañera.

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