MIRADOR

El miedo de los delanteros ante las elecciones

Si Puigdemont no se apunta una vez más el gol de la victoria quedará arrinconado; si Junqueras pierde en casa después de arrasar en las generales, ERC sufrirá un golpe durísimo

zentauroepp48683649 govern torra aragones190618100506

zentauroepp48683649 govern torra aragones190618100506 / ALBERT BERTRAN

Xavier Bru de Sala

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Harto de competir con las mismas armas que su antiguo señor, y habiendo constatado que el canto del cisne de CDC consistía en una escapada para arrebatar a ERC el protagonismo independentista, Oriol Junqueras decidió frenar en seco. Que se den ellos contra el muro del Estado. El 'junquerismo' ha asumido la herencia política del 'pujolismo' posibilista, no la del 3%, mientras los posconvergentes se ven condenados a jugar en el campo del radicalismo inoperante. Los cuarteles de invierno donde ahora se encuentra el independentismo no son el mejor lugar para avanzar ni conquistar nada de nada.

Si JxCat fuera un grupo decisivo en Madrid y los de la cuerda de la represaliada Marta Pascal y el astuto Artur Mas (que solo espera el final de Carles Puigdemont para recuperar su legítima herencia política), no temieran aún la cólera de Waterloo, estarían negociando su apoyo a los presupuestos de Pedro Sánchez. Y viceversa. Si los votos que dan cierto peso, menguante pero real, a los repiques verbales de Gabriel Rufián no fueran decisivos, ERC volvería a asumir el rol de guardián de la pirotecnia independentista. Un papel que, todo hay que decirlo, es más fácil de representar desde una posición minoritaria que desde la Presidència de la Generalitat. Esto de repicar a somatén rebelde mientras se encabeza la procesión neoautonomista no está precisamente al alcance del primero que se encuentra catapultado a la Casa dels Canonges.

Unos dicen que tienen prisa y los otros que no la tienen. Los dos mienten para esconder un miedo simétrico. Si Puigdemont no se apunta una vez más el gol de la victoria quedará arrinconado y dejará de dictar la ley posconvergente. Si Junqueras pierde en casa después de arrasar en las generales, ERC sufrirá un golpe durísimo que apenas quedaría disimulado por el acceso de Pere Aragonès a la Presidència. Batalla con los terrenos de juego intercambiados.

ERC todavía no sabe si se quedó lo bueno. Los posconvergentes no tienen más remedio que chapotear en el fuera de juego político. Por eso miran de reforzarse por la vía emocional y a través de un descrédito brutal de aquel pragmatismo que era su credo hasta hace cuatro días y del cual ahora dicen que abominan. Los dos se encuentran bastante incómodos porque ni el uno ni el otro están en condiciones de hacer ningún paso ostensible que los aproxime ni al objetivo de la independencia, ciertamente compartido aunque no lo parezca, ni a ningún otro.

En vez del consuelo de incremento alguno disfrutaremos de una mal disimulada disminución del 'peix' depositado al 'cove' autonómico. Gane o pierda las elecciones, ninguno de los dos delanteros estará en condiciones de chutar a ninguna portería. Sísifo no se desesperaba cuando la roca por él empujada con tanto de esfuerzo daba vueltas montaña abajo justo antes de hacer la cumbre. Simplemente bajaba hasta donde se había parado y volvía a empujar.

Quim Torra, y parte de la ANC todavía creen que la roca se encuentra a pocos metros de la cumbre. Puigdemont está obligado a hacer ver que comparte el mantra del independentismo mágico. ¿Y los otros posconvergentes? Solo hasta que ganen las autonómicas, si las ganan.

Suscríbete para seguir leyendo