Dos miradas
Pujol y la ira
De los 'botiflers' a los 'ñordos' hay varios lustros y una misma idea
Después de años de negar cualquier rastro de corrupción en Convergència, de situar en el cadalso del linchamiento a toda voz crítica (véase la cólera de Artur Mas sobre Pasqual Maragall cuando el presidente socialista mentó el 3% o los gritos de ‘¡Mateu-lo, mateu-lo!’ a Raimon Obiols cuando el caso Banca Catalana), se ha iniciado la tímida restauración de Jordi Pujol. A la luz le corresponde su participación en la democracia española y la reconstrucción del autogobierno catalán. A la oscuridad, los dígitos del latrocinio. ¿Y ya está?
Pujol cimentó algo más pernicioso: la superioridad moral nacionalista que ha impregnado todas las capas de Catalunya y ha creado sus redes de complicidad. Fue el hombre que abogaba por la integración, siempre que esta trabajara para sus filas. Fue el que estableció la frontera entre los de casa y los de fuera, señalando como forasteros a aquellos que no respondieran a su ideario de Catalunya. De los ‘botiflers’ a los ‘ñordos’ hay varios lustros y una misma idea. Solo que cubierta por toneladas de ira, el sentimiento que nace cuando se rompe el equilibrio entre el espejismo y la realidad.
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