La plaga, hoja de ruta

Cuando el ‘procés’ arrancaba, me quedó la impresión, a pesar de la foto mosaica de Mas, de que se habían saltado pasajes del 'Éxodo'. Que si te encaras al faraón y le lanzas el «deja partir a mi pueblo» has de tener detrás a las 12 tribus, no a cinco y media, saber si asumes 40 años de desierto para llegar a Canaán o solo quieres negociar que te devuelvan la paja para hacer ladrillos y disponer una estrategia realista para convencer al faraón. Y estómago para asumir el coste de lanzarle diez plagas como último recurso, y que acabe hasta el 'nemes' de ti.

La independencia mágica y gratis no llegó y desde aquel otoño el independentismo pareció adoptar como hoja de ruta la de la plaga, o si queremos ser menos dramáticos, el bloqueo, el incordio. Mientras unos se la replantean (quincena sí, quincena no), la práctica política y los mensajes de la facción que sigue agarrada a esa hoja de ruta (cito a un vicepresidente del Parlament, una tuitera y una tertuliana ubicua) demuestran que aún han pasado por alto un detalle bíblico. «Lituania, Letonia y Estonia aprovecharon el golpe de Estado en la antigua URSS para hacer efectiva la independencia. Aquí me da miedo de que, en la misma situación, algunos preferirían salvar a Gorbachov». «Solo si hubiese un golpe de Estado en España tendríamos la independencia asegurada y avalada por Europa. ¡Viva Vox y la Guardia Civil!». «Ni un solo dedo moveré por la democracia española. Ni uno». Olvidan que Moisés tenía un comodín. El ángel exterminador no llamaba a las puertas de las familias hebreas, marcadas con sangre. Aquí la plaga que anhelan, no en rojo covid sino en verde Vox, no se saltaría ni una. Aunque quizá no sea inconsciencia frívola, sino la indiferencia cruel del fanatismo. La que se ha expresado al desear lo peor a los trabajadores de Nissan que hablan en castellano o machacar a una catalana negra por recordar las más que sutiles diferencias entre Minneápolis y Urquinaona. La plaga que el independentismo democrático tiene que expurgar. 

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