Opinión | LIBERTAD CONDICIONAL

Lucía Etxebarria

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El bien de muchos

Cuando se empezó a desmantelar el sistema público de residencias para mayores en España, se tomó la decisión de sacrificar al eslabón más débil en favor del bien de muchos

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Un tranvía descontrolado se dirige hacia un muro . Tú estás en un puente, sobre la vía, eres un ingeniero experto y sabes que se podría detener su avance y evitar la catástrofe lanzando un gran peso delante del vagón. A tu lado se halla un hombre muy gordo. La única manera de parar el tren es empujarle desde el puente hacia la vía, acabando con su vida, por el bien de muchos. ¿Qué haces? 

No, no vale tirarte tú. Tú no eres obeso y no puedes detener el tren con tu peso. Te doy diez segundos para pensarlo.

Nueve, ocho, siete, seis, cinco, cuatro, tres, dos, uno…

Cero.

Lo has matado. Pues bien, no podemos hacerte una entrevista semiestructurada, tampoco podemos entrevistar a tu entorno, ni tenemos tu expediente a mano, ni podemos hacerte un análisis de conducta… pero me temo que quizá presentes un poquitín, un poquitín, de rasgos psicopáticos. Punto extra si has pensado que «total, el tipo es obeso y tiene menos esperanza de vida».

El "cerebro moral"

¿No lo has matado? Te doy la bienvenida al club del 90% de las personas que no hemos tenido valor para arrojar al gordo a la vía. Y gracias a Dios que somos un 90%. Nuestro «cerebro moral», situado en la corteza prefrontal ventromedial, nos ha detenido. 

El 90% de nosotros estamos genéticamente precondicionados a no dañar a sangre fría a otro ser humano, a no atacar desde una posición racional y fría. (Aunque probablemente sí lo haríamos para protegernos a nosotros mismos o a nuestros hijos/as). Y, sí amiguis, hacer un cálculo de «si mato a uno salvo a muchos» es, evidentemente, una posición racional y fría. 

Hemos sido programados así para que la especie no se extinga. Si no, habría asesinatos diarios.

«Bah  —dice mi lector o lectora—, tonterías de psicólogos. En la vida real, nunca me voy a tener que enfrentar a un dilema así».

Ah, ¿no?

28.000 muertos por coronavirus en España. 232.000 casos confirmados. El día anterior a que yo escriba este artículo han fallecido 95 personas. Recomendaciones del Colegio de Médicos de Madrid: no pasar a la fase 1. Reclamo de la presidenta, de la patronal, y de los habitantes del barrio de Salamanca (el distrito más caro de España): ¡queremos pasar a la fase 1, porque si no la economía se estanca!

En este caso el señor gordo son los ancianos, los trasplantados, las personas con cardiopatías, o con diabetes. Hay que sacrificar a las personas débiles para salvar a las que van en el tranvía.

Extrema vulneravilidad

Pero es que esta decisión ya se tomó en el 2015. Cuando se empezó a desmantelar el sistema público de residencias para mayores en España. Ya se advirtió que se dejaba a los ancianos en posición de extrema vulnerabilidad. Que una epidemia, o una ola de calor podía suponer lo que ya ha supuesto: 20.000 ancianos muertos. Probablemente hayan sido más, porque ya sabemos que en esta pandemia se han minimizado datos. En aquel momento ya se tomó la decisión de sacrificar al eslabón más débil en favor del bien de muchos.

Pero ¿realmente hablamos del bien de muchos? ¿Mantener una economía basada en el hiperconsumo, en el abandono de los sectores primarios, en el deterioro medioambiental, supone el bien de muchos? ¿ Mantener  unas dinámicas de consumo que relacionan mayor cantidad de bienes con cotas más altas de  bienestar supone el bien de muchos?  ¿Hacernos creer que cuanto más tienes más vales supone el bien de muchos?

Ahora mira de nuevo tu teléfono. Has pensado en cambiarlo, ¿pero realmente necesitas otro nuevo? Quizá te haga falta reestructurar tu idea de lo que realmente significa «el bien de muchos». 

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