Solteros sin hijos

Lloret de Mar, el nuevo nirvana

Una playa sin niños me parece uno de los mayores regalos que me podía hacer este covid-19

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Imma Sust

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Dicen las estadísticas que las personas que vivimos solas somos las que llevamos mejor esto del confinamiento. Doy fe de que así es. Los solteros estamos más que acostumbrados a la soledad. Pasamos nuestro confinamiento particular hace muchos años y aprendimos a abrazar y querer estar solos disfrutando de nuestro hogar y compañía propia. Nos conocemos más y necesitamos menos cosas. Eso lo vi claro cuando nos empezaron a dejar salir. Las franjas horarias están pensadas solo para las familias. Si tienes hijos puedes salir un montón de horas. Si vives con gente puedes salir acompañado. Pero, si vives solo, salir a dar vueltas por el barrio como un zombi no tiene demasiado sentido. Echamos de menos a nuestros amigos y familia. Claro. Pero si no puedo salir a pasear con ellos, prefiero pasar la tarde sentada en el sofá, con un gintónic y hablando con ellos a través del móvil. ¿Pero tantos amigos tienes? Me decía el otro día una amiga casada. Una de esas examigas que, el día que empezó a procrear, perdiste de vista. Pues sí. Los que vivimos solos acostumbramos a tener muchos amigos. Nos curramos las relaciones como si fueran oro y nos cuidamos mentalmente los unos a los otros. Los amigos con familia están demasiado ocupados para prestarnos atención y no coincidimos con los espacios de ocio. A nosotros nos gustan los hoteles sin niños y comer a las cuatro de la tarde.

Dicho esto, el otro día me llamo mi tía indignada porque en Lloret de Mar se ha planteado desde el ayuntamiento que <strong>las dos playas del pueblo sean separadas por zonas</strong>. La zona de familias con niños, la zona de los abuelos y la zona de todos los demás. Cuando me lo dijo no me lo podía creer. ¡Es mi sueño hecho realidad! Si algo echo de menos ahora mismo es ir a la playa y bañarme en el mar. Una playa sin niños, me parece uno de los mayores regalos que me podía hacer este covid-19. Sí, los solteros somos unos egoístas. Solo pensamos en nosotros. Estoy harta de que me digan esto. Primero, porque ser egoísta no es ningún insulto. Es un signo claro de mente equilibrada y de saber lo que a cada uno le conviene.

Y segundo, porque no hay nada más egoísta que unos padres con hijos. Nunca te preguntan que tal estás, te dan cero tiempo de calidad y consideran que tu vida está a su servicio. Si hay que quedar, siempre será a la hora que a ellos les vaya bien y donde a ellos les vaya bien. ¿Quién es el egoísta aquí? Luego hay falsas creencias que gritan como si fueran un mantra sagrado: “El mundo es así. Hay niños y no los puedes dejar al margen”. ¿Cómo que no? En el mundo hay muchas cosas con las que no quiero convivir. No pido que los encierren como si fueran chimpancés en el zoo, solo que me dejen disfrutar de mi vida sin ellos.

Luego se cabrean si no prestas suficiente atención o no te apetece el plan propuesto de parque, restaurante con menú infantil o finde de casa rural para pasar el fin de año. Consideran que tú no tienes nunca nada que hacer. Por importante que sea. Reunión, cita o resaca en el sofá, ellos no lo consideran importante. Tu vida no computa si no tienes hijos.

La prioridad de todos

Leo mensajes de gente con hijos a quien le indigna la medida de las playas de Lloret de mar. Y yo pienso: ¿pero qué más os da? ¿Si estaréis tranquilos con vuestros niños alejados de la gente mala y egoísta como yo? Pero eso les ofende. Como los hoteles sin niños. Les ofende. Porque, para ellos, sus niños son su prioridad y creen que tienen que ser la prioridad de todos. Pero luego llega el confinamiento y los padres enloquecen con sus hijos encerrados en casa. Gritan que los niños necesitan libertad, que se volverán locos y tendrán secuelas. Pero yo miro a mi alrededor y solo veo a niños felices y encantados de estar todo el día con sus padres. Y yo me pregunto: ¿para qué tienes hijos si luego no los aguantas en tu propia casa? Igual es que antes del coronavirus, no los veías demasiado. Se los comían en el cole, en las clases de judo, las colonias de verano o algún amigo si te lo encontrabas en la playa, la montaña o en un bar. ¿Pues saben qué les digo? Que sueño con esa playa de Lloret de Mar. Adoro a mis sobrinos, eso no hay ni que dudarlo, pero no puedo con los niños desconocidos que me molestan cuando estoy en la terracita de un bar o intentando leer en la playa. Dicho esto, ¿entendéis ahora por qué las personas solas llevamos mejor el confinamiento? Porque en nuestro hogar somos libres. Y si en este nuevo mundo nos separan de los niños, entonces habremos llegado al nirvana.

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