Superdigitalización

Globalización en tiempos de covid-19

La superdigitalización durante el confinamiento puede pasar a ser estructural cuando este acabe

Paquetes de Amazon listos para ser entregados a los clientes

Paquetes de Amazon listos para ser entregados a los clientes / periodico

Aleix Perdigó

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El poeta y ensayista alemán del siglo XIX Heirnich Heine escribió: “Con el ferrocarril se acaba con el espacio y ya no nos queda más que el tiempo” y de esta forma, no solo enterraba el periodo romántico, sino que auguraba la era de la globalización. Parece que el covid-19 ha devuelto al espacio parte de su valor tras más de un siglo de movimiento descarado de mercancías y turistas a lo largo y ancho del globo. En la nueva realidad la distancia entre naciones, capitales, puertos e incluso entre personas recupera su importancia. 

Heine vislumbró en el siglo XIX la primera globalización, una era que no ha parado de fortalecerse gracias al desarrollo de los medios de comunicación y de transporte. En el siglo XX pasamos a la fase que Marshall McLuhan bautizó como la “aldea global”, un mundo interconectado tanto física como culturalmente. Pero la crisis del covid-19 ha hecho que la globalización tenga que seguir su camino a la pata coja, limitando el movimiento de personas en el plano físico, y trasladando parte de esa carga al plano digital. Y en ese cambio forzoso del modelo de mundo globalizado en el que vivimos es donde se esconden las claves para superar la incertidumbre que sentimos al levantar la vista hacia el futuro. 

Aumento del teletrabajo

En el terreno laboral, el teletrabajo ha aumentado exponencialmente. Durante la semana del 14 al 21 de Marzo las descargas de Google Hangouts Meet, Zoom, y Microsoft Teams se multiplicaron por 64, 27 y 15 respectivamente en relación a la media semanal del último trimestre del 2019. En España un 22,3% de la población puede trabajar de forma remota. Una vez las empresas hayan dado sus primeros pasos forzosos hacia el teletrabajo será fácil que tanto ellas como sus trabajadores vean por sí mismos que se trata de modelo viable con más ventajas y menos inconvenientes de los que imaginaban. 

En terreno de la socialización, Instagram, Twitter, Facebook, o Linkedin incrementaron su uso un 55% en la primera semana de confinamiento y se ha seguido esa tónica en las semanas siguientes. En la misma línea Whatsapp ha aumentado su uso un 63% y las llamadas telefónicas un 45%. 

El videojuego 'on line', mitad ocio mitad socialización, ha sido también otro gran caballo de batalla de la superdigitalización con Town Ship o Clash of Clans subiendo un 45% y un 63% respectivamente. Es interesante cómo los videojuegos han ido más allá del uso y objetivos para los que estaban originariamente programados y han suplido ciertas actividades en grupo del mundo real. El nuevo videojuego de Nintendo Switch, Animal Crossing, ha sido el lugar elegido para celebrar una boda que no pudo realizarse de forma normal. Otro ejemplo ocurrió en Japón donde unos estudiantes confinados decidieron realizar la ceremonia de graduación escolar en Minecraft. El exitoso Fortnite utilizó su mundo virtual para ofrecer un concierto de Travis Scott, un evento que congregó 27,7 millones de usuarios en todo el mundo y en el que no faltó el 'placement¡ de Nike. 

En el terreno de películas y series, Netflix ha conseguido sumar en el primer trimestre de 2020 la mitad de los suscriptores que obtuvo durante todo el 2019 y sigue subiendo. La adopción de otras plataformas como Amazon Prime, Disney+ y HBO siguen el mismo patrón. Por lo que respecta al comercio los datos más recientes apuntan que las ventas ‘on line’ se han disparado más de un 90% respecto al año pasado en Estados Unidos y Canadá, y un 82% en Europa. 

Todos esos incrementos del mundo digital han sido causados por las limitaciones de la cuarentena, pero lejos de ser datos coyunturales es de esperar que parte de esas hechos pasen a ser estructurales después del confinamiento. El primer motivo para argumentar que la 'superdigitalización' permanecerá tras el confinamiento es que todo el mundo ha aprendido a desenvolverse en el entorno virtual. La mayoría de la gente ha, teletrabajado, jugado, asistido a una clase, a un concierto, o tomando el vermut por videoconferencia, y eso no tiene vuelta atrás. En el futuro todas esas actividades digitales van a ser una opción que barajar, y en muchas ocasiones van a imponerse sobre su alternativa física. 

El fenómeno se ve reforzado por el segundo motivo que respalda la 'superdigitalización', y es que tras el confinamiento el covid-19 no va a desaparecer. Ni de nuestras calles, ni de nuestras cabezas. Muy pronto podremos salir de casa a comprar más allá del supermercado pero evitaremos las grupos de gente en los espacios cerrados, intentaremos desplazarnos lo mínimo y restringimos el contacto con personas que no conozcamos con anterioridad. Nuestro radio de acción y movimiento quedará delimitado pero ya no por obligación gubernamental, sino por voluntad propia. Como medida de protección hacia nosotros y hacia todos aquellos con los que tenemos contacto. Además de 'superdigitales' seremos 'ultralocales'. Puede que nos cueste unas semanas entenderlo, y que haya casos de aglomeración puntuales, pero tarde o temprano acabará calando en nuestros hábitos como una pauta de conducta social. 

En el contexto 'ultralocal' recuperaremos los hábitos de socialización prepandemia porque seamos latinos, germanos u orientales el ser humano es un animal social. Pero lo haremos con un grupo limitado de personas, mayoritariamente familia y primera corona de amigos. Un grupo parecido al que la antropología llamaría 'tribu'. Nos refugiamos en la tribu, y activaremos el modo de supervivencia (Survival Mode) en el que adoptar nuevas costumbres como usar mascarillas no solo por protección, también educación y respeto. El turismo tendrá que conformarse con la realidad 'ultralocal', y explorar barrios, ciudades, y regiones propias, o con la 'superdigital', viajando a universos remotos y fantásticos. 

Es en ese plano en el que le toca brillar a la realidad virtual (VR), una tecnología que ya funcionan en el presente y que tienen ahora la posibilidad de expandirse, si la crisis económica lo permite. Puede que por eso Apple esté interesada en la compra por 100 millones de dólares de la start-up de retransmisión de eventos deportivos en realidad virtual Next VR. Previendo que pasará un largo tiempo antes que la gente pueda ir a los estadios, la forma más parecida a ver un partido en el campo será mediante un visor de realidad virtual, disfrutando del espectáculo como si estuviésemos en el palco, pudiendo dirigir la vista hacia donde queramos e incluso con la posibilidad de hacer zoom en el portero si nos apetece. La otra baza de la VR se encuentra en la telepresencia en eventos y reuniones corporativas, y en una segunda fase de consolidación con un parque ya mayor de usuarios en el e-commerce virtual. 

La capa digital de la realidad aumentada

Con la VR podemos viajar de forma digital y vivir una experiencia lo más cercana a hacerlo en la realidad física. Por contra la realidad aumentada (AR) añade una capa digital a lo que vemos con nuestros ojos. Ambas tendrán su importancia en el futuro inmediato pero el contexto favorece claramente a la primera. 

¿Y la producción, y las mercancías? Tendremos ahora que ser autosuficientes? Responde Tomás Díez, urbanista y director del Fab Lab Barcelona: “La autosuficiencia completa no existe. Cuando hablamos de la relocalización lo hacemos intentando encontrar el equilibrio entre los distintos sistemas productivos". 

"Además del mercado global, existen a nivel metropolitano o de región fábricas flexibles que puedan producir bajo demanda, como por ejemplo la Seat, que cambió su cadena de producción para producir respiradores. A nivel comunitario y de barrio están los Fab Labs, o las procesadoras que transforman material orgánico en bioplásticos. A nivel doméstico tenemos las impresoras 3D o el compostaje. Más que conseguir la autosuficiencia la misión es encontrar el punto óptimo en el que cada uno de estos sistemas productivos tenga su papel”. 

Ese es el camino que Tomas Díez y otros expertos vienen pregonando hace tiempo y que en la actualidad no hace sino reforzar su sentido. “Lo que no puede ser es beber en un vaso de plástico de un solo uso que ha tenido que recorrer 9.000 km hasta llegar a nosotros”. Parece no tener mucha lógica. Y esa reflexión nos lleva al siguiente reto al que se deberá enfrentar la humanidad después del covid-19. “De momento el confinamiento global ha conseguido más que el tratado de Kyoto...”. 

De cualquier forma queda claro que los átomos deberían viajar lo mínimo, y los bits lo máximo, que eso ya está ocurriendo y que, si no en todos, en muchos casos va a seguir siendo así. El binomio 'superdigital' y 'ultralocal' no es solo circunstancial sino que está aquí para quedarse. No es solo deseable sino muy plausible que así sea. 

Heinrich Heine enterró al romanticismo y alumbró la globalización. Es curioso, paradójico y casi poético que el covid-19 haya hecho justo lo opuesto, exhumado el romanticismo con imágenes de corzos y delfines recuperando para la naturaleza lo que un día fue suyo, y noqueando la globalización que no será ya la misma, al menos por un largo tiempo.