análisis

De cuando éramos arthuristas

Ya nadie recuerda cuando nos felicitábamos de haber encontrado al futuro Xavi

Arthur disputa el balón a Casemiro durante el Clásico del 1 de marzo.

Arthur disputa el balón a Casemiro durante el Clásico del 1 de marzo. / periodico

Sònia Gelmà

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Vistas las prisas de Javier Tebas, prepárense para el inicio de liga porque cuando el presidente de la Liga se siente este fin de semana en el sofá y vea la Bundesliga, puede ser que quiera programar partidos para este mismo lunes. Así pues, ahora que ya vemos a jugadores tocar balón, ahora que empezamos a oler de lejos el césped, es buen momento para recuperar algunos debates. Y uno de ellos es la caída a los infiernos de Arthur.

Hace año y medio, el barcelonismo vivía un idilio con el brasileño. Desde el vestuario azulgrana se nos decía que era un jugador que parecía haber crecido en La Masía. Conscientes de la temeraria comparación, pero también necesitados de lugares comunes, vimos en él un futuro Xavi. Sus primeros partidos como titular lo confirmaron y la euforia se apoderó de nosotros. Nació así el arthurismo, un movimiento que sospechaba de Valverde y que no comprendía las sustituciones reiteradas de la nueva joya en el minuto 60 de cada partido.

La efervescencia inicial se relajó con el paso de los partidos y su irregularidad, combinada con algunos pecados de juventud, acabaron en un final de temporada discreto, a la espera de un segundo año que tenía que ser el de la confirmación. Pero en cambio, el físico ha vuelto a boicotearle y las dudas internas han crecido. Aunque ha tenido algunos buenos minutos, su rendimiento ha sido discreto, lejos de las expectativas situadas sobre él. Ni siquiera el cambio de entrenador, con un perfil ideal para sus condiciones mejoró su peso en los partidos.

Sin margen de error

El arthurismo es ya un movimiento en desuso. Nadie recuerda haberlo sido. Y no parece que estén previstas manifestaciones en caso de que el club le convenza este verano para que entre en alguna operación. Pero aunque la paciencia del aficionado se acabe rápido, sorprende que la del club —por un jugador que parecía haber nacido para jugar en el Camp Nou— también se haya agotado. El deseo de Arthur parece ser el único impedimento para que sea traspasado.

La apuesta ha durado año y medio. Quizás es la exigencia, o la dimensión de este club, la que no permite margen de error ni a futbolistas ni a sus dirigentes. Pero las urgencias económicas han acelerado ese proceso hasta el punto en que la mayor parte de los jugadores, jóvenes o no, llevan colgada en la espalda la etiqueta de transferibles.

El Barça se ha convertido en un club sin paciencia porque se ve acuciado por unos números que ya eran delicados y que se han vuelto insostenibles con la pandemia, coartada para cualquier gestión futura. Ya nadie recuerda cuando nos felicitábamos de haber encontrado al futuro Xavi. Así pues, condenado. De acierto a fichaje fallido. Arthur ya no sirve, vuelta a empezar.