TABLERO CATALÁN

Lo disruptivo son las elecciones

La envergadura de la pandemia económica hace imprescindible despejar el calendario electoral

Un miembro de los servicios médicos del Parlament toma la temperatura al presidente de la Generalitat, Quim Torra, a su llegada, el 24 de abril

Un miembro de los servicios médicos del Parlament toma la temperatura al presidente de la Generalitat, Quim Torra, a su llegada, el 24 de abril / periodico

Josep Martí Blanch

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

"Hemos de levantar la mirada y trazar un futuro nuevo, disruptivo, que nos permita construir nuevamente, no reconstruir pasados caducos", ha dicho el presidente de la Generalitat para referirse al objetivo que ha de alcanzar su Govern para enfrentarse a la pandemia económica. Hubiera podido añadir: "¡Y dos huevos duros!" y la credibilidad sería la misma. Porque ese futuro, disruptivo o no, ya no le corresponde trazarlo a él, salvo que se presente a unas elecciones y las gane. Y eso, elecciones, es lo que Catalunya debe poner encima de la mesa sin demora si de verdad quiere enfrentarse a la crisis con sus instituciones reforzadas.

Quim Torra interpreta los efectos del covid-19 como una suspensión de la dimensión tiempo y los utiliza de coartada para evitar concretar la fecha de unos comicios que él mismo dijo que anunciaría con los presupuestos aprobados. Su argumento, solo a primera vista, parece no admitir discusión: ¡Ahora hay cosas más importantes que unas elecciones! ¡La salud! ¡La economía! Es justamente lo contrario. Precisamente la envergadura de estas cuestiones hace imprescindible despejar el calendario electoral para poder encarar la dramática situación que ya tenemos encima con un Govern que no agonice y se comporte como un verdadero órgano colegiado con un objetivo común.

Y eso es lo que no es ahora, como reconoció el propio Torra cuando dio la legislatura por acabada: "Ningún Govern puede funcionar sin unidad, sin una estrategia común y compartida, sin lealtad entre los socios". El virus, según pronostican los adivinos, va a cambiarlo todo, pero, aun así, sería pedir demasiado a los ciudadanos que esa nueva normalidad también incluyera el tener que soportar a gobiernos formados por personas desunidas y desleales entre ellas, y sin un proyecto compartido mientras el país anda entre los pies de los caballos.

Merienda de negros

Esta semana se han constituido la comisión y el comité gubernamental de la Generalitat que ha de trazar un plan que minimice el impacto económico y social de la crisis. Desde la propia Generalitat se deja claro que esas reuniones, en realidad, van a ser una merienda de negros entre los diferentes departamentos para salir beneficiados, o lo menos perjudicados, de las sustantivas modificaciones del presupuesto recién aprobado que deben hacerse ante el nuevo y dramático escenario.

¿Cómo se reparten los fondos adicionales que transfiera el Gobierno del Estado? ¿A qué departamentos debe afectar la caída de los ingresos previstos? En esa mesa estarán un presidente en retirada, Torra, el candidato in péctore de ERC, Pere Aragonés, y la amalgama de aspirantes de JxCat: Damià CalvetÀngels Chacón y Jordi Puigneró. Una mesa en la que todos sus miembros andan imaginando su futuro individual no es el sitio para escribir el guión de ese "futuro disruptivo" que Torra dice querer para Catalunya entera.

Como siempre y en todas partes, los primeros en tomar conciencia real, no teórica, del grado de gravedad de una crisis son los que manejan el timón económico. Anda el vicepresidente y 'conseller' de Economia i Finances, Aragonés, haciendo cábalas sobre qué fórmulas pueden desarrollarse para dotar de efectivo la caja de la Generalitat a medida que vaya secándose.

Govern sin confianza

Si en su día fueron los 'bonos patrióticos' los que sirvieron para inyectar liquidez a las arcas públicas, ahora se dibujan escenarios de colaboración público-privada en los que el dinero de los inversores permitiría la dotación económica de un fondo con el que hacer frente a las necesidades de financiación de los planes de reactivación. Pero también para eso, independientemente del grado de madurez de la idea en estos momentos, es conveniente un Govern que pueda proyectarse hacia el futuro e inspire confianza. Circunstancias que no se dan en estos momentos.

España también huele a pólvora mojada. La canción de los Pactos de la Moncloa ha acabado en una Comisión para la Reconstrucción Social y Económica, presidida por Patxi López en la que sus señorías pelarán la pava hasta nueva orden, mientras el Gobierno se maneja como puede en solitario.

Aunque lo más grave de los últimos días, porque afecta a la calidad democrática, ha sido la negativa de Pedro Sánchez a facilitar el nombre de los expertos que asesoran al Gobierno en la desescalada y de cuyas opiniones depende el momento en el que los ciudadanos vayamos a recobrar nuestras libertades fundamentales. Ha sido una bofetada en cada una de las mejillas de más de 47 millones de personas, a las que se les exige que confíen ciegamente, porque todo es por su bien, pero a las que se les niega la posibilidad de saber en manos de quiénes están y por qué han de seguir viviendo bajo un estado de excepción, más que de alarma.