Un mes en casa
Dos curvas
Es interesante reparar en cómo se está comportando la curva de nuestro estado de ánimo, con respecto a la otra, la famosa curva del virus
Josep Maria Pou
Actor y director teatral
Josep Maria Pou
A punto de cumplirse un mes de confinamiento siguen encadenándose, una tras otra, las dudas, los miedos y las predicciones. Encadenar es el verbo que mejor conviene a muchos de los que viven el aislamiento de estos días como una condena (un mes y un día, este martes), como un encierro profiláctico que se sobrelleva con cantidades desiguales de resignación, paciencia y esperanza. Hay quien encadena, cifra a cifra, buenos y malos presagios. Hay quien encadena, eslabón a eslabón, delirios y cavilaciones. Por suerte, hay quien encadena también ideas, propuestas, acciones y tareas solidarias que consiguen ablandar, con la dosis justa de emoción y sentimiento, el duro recitado de la estadística diaria.
Es interesante reparar en cómo se está comportando la curva de nuestro estado de ánimo, con respecto a la otra, la famosa curva del virus. Hace un mes, la noticia de las dos primeras semanas de confinamiento nos pareció un sacrificio supremo. Se nos hizo cuesta arriba. Muy cuesta arriba. Una escalada imposible. Pesaban el desconcierto, la impaciencia, la asfixia. Ansiábamos llegar al pico, al del número de contagios y al de nuestra capacidad de sacrificio. Ese pico llegó, a las dos semanas, con el mazazo del confinamiento total. Y allí entramos nosotros –no todavía la otra curva, la fundamental– en la zona de meseta, en una larga, tensa y relativamente serena etapa responsable y generosa. Ahí es donde aparcamos, dispuestos a resistir.
Es en esa meseta donde, con la inevitable e inteligente aceptación, todo se ha hecho más ligero y soportable. Y es en esa meseta donde creo que debemos resistir y hacernos fuertes, aun cuando veamos que la curva sanitaria empieza a inclinarse hacia abajo. Porque es desde esa meseta, desde esa zona de confianza, desde donde deberemos tomar impulso para, entonces sí, hacer que nuestro ánimo suba y suba a lo más alto, en sentido alegremente contrario al camino descendente de la curva sanitaria.
¡Feliz el momento en que las dos curvas se bifurquen por completo! Hacia abajo, la de la enfermedad y la muerte. Hacia arriba la de la superación, el triunfo de la vida y la vuelta a una nueva y asumible normalidad. ¡Ánimo!
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