LA CLAVE
Lecciones del papel higiénico
Si por miedo al virus acaparamos papel higiénico, ¿podemos entender mejor a quien lo deja todo y arriesga la vida por miedo a las bombas?
Joan Cañete Bayle
Subdirector de EL PERIÓDICO.
Periodista y escritor. Transición digital y audiencias. Entre otros trabajos, ha sido corresponsal en Jerusalén y Washington DC. Autor de las novelas 'Expediente Bagdad' (junto a Eugenio García Gascón) y 'Parte de la Felicidad que Traes', y del ensayo sobre el conflicto palestino-israelí 'Muros, bosques, tumbas: Un periodista en Jerusalén'
JOAN CAÑETE BAYLE
En Moria, el mayor campo de refugiados de la Unión Europea (UE) se hacinan unas 20.000 personas en un espacio concebido para refugiar a 3.000. Allí, medidas como lavarse las manos con jabón, mantener una distancia de metro y medio o la simple idea de confinamiento suenan a broma pesada. Organizaciones humanitarias internacionales han advertido de que la vulnerabilidad de la población migrante ante el virus es extrema y de que los campos de refugiados deben ser evacuados. En la franja de Gaza, el territorio palestino que vive en permanente emergencia desde hace años a causa del bloqueo israelí e internacional, la ONU alerta también de una tragedia en ciernes en un territorio cercado, con cortes de agua y electricidad, escaso combustible y un sistema sanitario muy precario.
Estantes vacíos
Veo los estantes vacíos de papel higiénico en los supermercados y pienso que, estadísticamente, algunas de las personas que los han acaparado deben de ser partidarias de no ofrecer asilo a quienes huyen de una guerra no ya sin papel higiénico, sino tan solo con lo que cabe en una mochila. Nunca pensé que contemplaría aquí escenas que vi en guerras y en fronteras de países remotos: hospitales de campaña, escasez de material sanitario, el Ejército extrayendo cadáveres abandonados de geriátricos. Veo cómo se detiene en apenas días el milagro diario que hace que las acciones y decisiones de muchas personas al mismo tiempo permitan que, mejor o peor, podamos comer, vestirnos, educarnos, entretenernos, etcétera. Sabía, porque lo he visto desmoronarse en otros lugares, que ese milagro es mucho más frágil de lo que parece, pero aquí, como todo el mundo, daba por descontada su fortaleza, su misma existencia. Me equivoqué. Vienen tiempos mucho peores que estar encerrados en casa.
Como Josep Martí Blanch, no creo que las crisis sean una oportunidad, y soy escéptico que de esta salgamos más sabios y humildes. Pero en contra de mi buen juicio, sí pienso que me gustaría que cuando nos volvamos a ver nos descubramos inoculados de un poco de empatía. Si por miedo al virus acaparamos papel higiénico, ¿podemos entender mejor a quien lo deja todo y arriesga la vida por miedo a las bombas?
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