Confinamiento obligatorio

La vida que frena y la vida pendiente

Quienes fuimos excluidos, quienes estuvimos en los márgenes, sabemos de lo que hablamos. Este confinamiento nos hace revivir momentos pasados y aquello fue con más soledad e incomprensión

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Ana Bernal-Triviño

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La vida te frena de golpe. Cuando le apetece. Sin avisar. De la noche a la mañana. Te coge por el cuello y te dice: “¿Ahora, qué?”. Miraba a <strong>Italia </strong>e imaginaba si seríamos los siguientes. ¿Por qué no? La invulnerabilidad es una estupidez. Pensaba en aquellos en los que menos se piensa. En lo que sería este confinamiento para las maltratadas, para los padres con hijos violentos, para los hijos e hijas que viven con padres abusadores, para las prostituidas, para quienes perderían su empleo, para quienes no tienen vivienda o comparten dormitorio con cuatro o diez, para los que pasan la abstinencia del juego o las drogas, para quienes viven de la economía sumergida…

Ahora no es una hipótesis. Ahora es real. Al principio, supongo que en un brote de autonegación, buscábamos el humor frente al miedo. Todo era relativo... hasta que llegan los casos de afectados cercanos. Tengo que escribir este artículo y solo hago que borrar y empezar de nuevo, porque me parece absurda o mínima cualquier cosa que diga. Sobre todo porque acabo de recibir el mensaje de una amiga cuya madre está grave en el hospital y todo lo que le digo me parece inútil.

Cosas pequeñas

Otras personas me escriben muy agobiadas. Los días pasan factura. Les obligo a buscar un hueco para respirar en las cosas pequeñas de la vida. Algunas me dicen molestas que cómo me fijo en cuestiones tan diminutas y respondo que era lo único que me servía cuando todo iba mal. Les recuerdo los confinamientos que las circunstancias y el sistema impusieron años atrás. Como cuando me quedé en paro y pasé días sin salir de casa porque me sentía culpable si no estaba en el ordenador mandando currículums. Como cuando llegó el cáncer a casa y permanecimos días sin salir tras las sesiones de quimio aunque, como ahora, nuestra mente sí salía con la imaginación. Como cuando siendo 'freelance' apenas me levantaba de la silla durante días en campaña electoral, escribiendo, para cubrir el autónomo. Creo que quienes no tuvimos una vida regalada hemos tenido experiencias que nos frenaron en seco, que nos aturdían al levantarnos por la mañana y que hubiésemos preferido que fueran pesadillas. Quienes fuimos excluidos, quienes estuvimos en los márgenes, sabemos de lo que hablamos. Este confinamiento nos hace revivir momentos pasados y aquello fue con más soledad e incomprensión.

Este 2020 me propuse vivir intensamente para recuperar ese tiempo perdido. Pero, como siempre, solo cumplo ese deseo en parte. El día a día me atrapa y me pierdo cosas, y me pierdo gente, y me dejo llevar, siendo consciente de oportunidades que escapan. Estos días pienso y leo demasiado, como todos. Y hago balance de lo que me queda y me sobra.

Me queda pendiente dejar de ser tan entregada, de estar siempre y aprender a decir 'no'. Me queda pendiente no callar por no molestar, o dejar de creer en gente que luego falla. Me sobran quienes aparecen a ratos porque les encaja o piden ayuda para salvar su cuello. Me quedan viajes, mi playa de Málaga, el sol, pisar la hierba, mis Ramblas, mi Retiro, mi Graná y mi Cai, mi Italia, mi Oporto... Me quedan citas aunque alguna creo que ni ya exista porque la vida marca otros rumbos. Me queda no recordar a quien te olvida. Hay deseos y creencias y gente que estos días me explotan en la cara como burbujas de jabón. Me quedan comidas y cenas compartidas. Me quedan charlas de mirar a los ojos con poquitas personas. El resto me sobra. La soledad y yo nos llevamos bien desde hace mucho. 

Me quedan cosas muy básicas, dirán, pero lo básico siempre es lo que me hizo feliz. Desde el pan de la mañana hasta el vaso de agua por la noche, porque soy consciente de lo que cuesta ponerlo en la mesa. Me sobran 'instagrammers' con la vida fácil para que ahora me den lecciones de lo que es lo 'normal' y lo 'feliz' de la vida… a buenas horas despiertan, por un puñado de 'likes'. Creo que a mis años le han sobrado lágrimas y le faltan más risas. Cuando esto acabe saldré a buscarlas como sea. Porque sé, en esta vida frágil, que vendrán cosas peores. Esa vida volverá a cogernos del cuello y nos lanzará a la calle con su juego. “Tantas, tantas cosas seguirán pasando, que quizás las cosas no nos cambien tanto”, canta Ismael Serrano. 

Creo que la vida nos frena para que seamos conscientes, si las circunstancias lo permiten, de buscar lo que nos queda pendiente. Por mi parte, lo primero que buscaré es lo que ahora más me urge: abrazos de esos de no soltar, con la gente que sí está. Y, entre ellos, el que ahora le debo a mi amiga. Pase lo que pase.