Al contrataque

Frágiles, ya lo sabíamos

Quienes han jugado con las vidas pueden ver de cara la vulnerabilidad que creían propia de otros

Miembros del Ejército desinfectan una residencia de ancianos en Huelva.

Miembros del Ejército desinfectan una residencia de ancianos en Huelva. / periodico

Najat El Hachmi

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Quienes en algún momento hemos tenido que parar por imperativo biológico lo sabemos, que todo este sistema nuestro de crecimiento infinito se aguanta sobre la vida, una vida cada vez más fragilizada porque no aparece nunca en el balance de resultados de ningún gigante corporativo que devora el mundo, que nos devora a todos. ¿En qué lugar de los informes de gestión eficaz destinada a obtener el rendimiento máximo con el coste mínimo se hace el recuento de nuestros niveles de vulnerabilidad? Son invisibles, inexistentes, tal como demuestra el lugar que ocupan la enfermedad, la maternidad o atender a quienes no pueden valerse por sí mismos. Parir, nutrir, crecer, amar, cuidar, morir son verbos que no hacen acto de presencia más que cuando alguien se friega las manos pensando en el provecho que le puede sacar. No es venderse el alma al diablo, es comerse a los hijos como Saturno. Solo que los hijos son siempre de los demás y son los otros, usted y yo. Deshumanizados y abundantes, pueden arrojarse a la trituradora del capitalismo sin problemas. Hasta que un elemento microscópico letal se transmite de persona a persona sin importarle si el cuerpo a infectar acumula una riqueza abominable o es el de un mendigo, entonces quienes han jugado con la vida pueden ver de cara la vulnerabilidad que creían propia de otros, quienes merecen ser engullidos.

Si no me creen, pregunten a los privatizadores y esquiladores de la cosa pública que ahora mismo deben estar curándose en la sanidad que ellos mismos quisieron liquidar.

De esta saldremos reforzados, decimos todos, seremos mejores, pero las promesas en tiempo de dificultad se esfuman si no se recuerda lo esencial. Y lo esencial aquí es que se sacrifica sistemáticamente la vida para obtener un rendimiento descomunal que, encima, se lo quedan unos pocos que lo tienen todo. Por eso abandonamos a criaturas a medio hacer en guarderías y a los ancianos que empiezan a irse en inmundas residencias. Por eso las que alimentan, limpian, cuidan y nutren son las que menos cobran, si es que cobran.