Análisis

Predicar con el ejemplo

Que luchen unidos contra la pandemia, que ya habrá tiempo en el futuro para la contienda electoral, es lo menos que se merece la sufrida ciudadanía

Pedro Sánchez preside el Consejo de Ministros extraordinario sobre el estado de alarma.

Pedro Sánchez preside el Consejo de Ministros extraordinario sobre el estado de alarma. / periodico

Rosa Paz

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Los derechos a la crítica y a la discrepancia son elementales en democracia. Su ausencia o prohibición es solo propia de regímenes autoritarios, pero incluso en el omnipresente estado chino se colaron mensajes de reprobación por parte de algunos ciudadanos a la gestión gubernamental de la crisis del coronavirus. El problema aquí no es, por tanto, que haya desacuerdos entre el Gobierno central y los líderes de la oposición o los responsables de algunas comunidades autónomas sobre cómo está manejando el Ejecutivo de Pedro Sánchez la batalla contra el covid-19. Lo grave es que, en un momento en que toda la población española está viviendo momentos extraordinariamente difíciles por el confinamiento y sus consecuencias económicas, los políticos y las administraciones se manifiesten públicamente como si fueran el ejército de Pancho Villa, con un discurso discordante que solo puede generar desconfianza.

Vale esta reflexión también para la derecha mediática que, en algunos casos, no encuentra límite en la censura al Gobierno, en particular al propio presidente —el vicepresidente Iglesias tampoco sale bien parado—, bien sea por lo que consideran su retraso en actuar contra el coronavirus o porque creen que ‘chupa mucha cámara’, apareciendo cada dos por tres a explicar a la ciudadanía cómo están las cosas y advertir de que van a estar mucho peor en los próximos días. No parecen pensar que los ciudadanos encerrados necesitan ir concienciándose de la situación real en la que está el país y consideran, sin embargo, que Sánchez está haciendo un aprovechamiento electoralista de su gestión de la crisis. Algo que, por cierto, entra en contradicción con la opinión de que no lo está haciendo bien, igualmente manifestada por esos medios. No cabe tampoco mucha duda de que criticarían igualmente a Sánchez si evitara dar la cara en esta situación tan excepcional como grave.

La cuestión no es, por supuesto, la crítica, que no puede estar limitada ni siquiera en un estado de alarma como el actual. El problema es que hay declaraciones inexactas, cuando no falsas, de algunos dirigentes autonómicos dirigidas a socavar la confianza de los ciudadanos en la actuación gubernamental. Sería el caso de Quim Torra cuando afirma en la BBC que en España no hay confinamiento o el de Isabel Díaz Ayuso cuando sugiere maliciosamente que el Gobierno puede bloquear la llegada del material sanitario que la Comunidad de Madrid ha comprado en China.

No parece que sean estas las actitudes ejemplares que los ciudadanos merecen en esta anómala situación. Quizá tampoco lo sea que Pablo Iglesias se salte la cuarentena a la que están obligados todos quienes han tenido contacto con un contagiado. Más bien parece que a veces los políticos tienden a mirar con envidia a quien comparece mucho ante los medios, en este caso Sánchez, convencidos de que eso siempre da muchos votos, aunque sea en situaciones críticas que van a ser juzgadas con severidad por la sociedad. Que luchen unidos contra la pandemia, que ya habrá tiempo en el futuro para la contienda electoral, es lo menos que se merece la sufrida ciudadanía.