ANÁLISIS

La última fiesta

Las emociones que el fútbol regala aparecieron en Liverpool como un oasis en medio del desierto para un viajero sediento y desorientado

Simeone festeja el segundo gol de Marcos Llorente en Anfield ante el Liverpool.

Simeone festeja el segundo gol de Marcos Llorente en Anfield ante el Liverpool. / periodico

Mónica Marchante

Por qué confiar en El PeriódicoPor qué confiar en El Periódico Por qué confiar en El Periódico

Se le atribuye a Jorge Valdano la frase de que "el fútbol es la más importante de las cosas menos importantes”. La distancia entre lo que hoy nos importa a todos y lo que nos importa menos, pero nos distrae, divierte, entretiene y hasta alivia, tuvo un punto de inflexión la noche del miércoles en Anfield.

En estos días de aprendizaje a ritmo de contagio, de tristeza contenida, de abrazos prohibidos, de miedo a lo desconocido, de actualizaciones a ritmo vertiginoso y de reflexión sobre la responsabilidad de cada uno de nosotros como individuos en un entorno social, las emociones que el fútbol regala aparecieron en Liverpool como un oasis en medio del desierto para un viajero sediento y desorientado.

Nunca dejar de creer

Y en esa cascada de sentimientos, mientras veíamos las escenas de júbilo en el césped tras 120 minutos de juego, cuando ya era verdad, sí, que el Atleti del gigante Cholo había sido capaz de ganar en Madrid y en Anfield al campeón de Europa echando en octavos al gran favorito para reeditar el título, cuando ese equipo estrellado ante la Cultural Leonesa en Copa que deambula por la Liga con dificultades para agarrarse a Europa volvía a demostrar por qué con el Atleti nunca hay que dejar de creer, la afición desplazada allí provocaba sensaciones contrapuestas.

Los atléticos que viajaron a Liverpool vivieron la última fiesta que una afición disfrutará en mucho tiempo. Lo que durante el día fue una sensación, ahora ya es una certeza. Nuestra Liga se ha parado y la Champions lo está haciendo.

Coraje, corazón y más responsabilidad

¿Tiene algún sentido que 3.000 aficionados se desplacen a un acontecimiento deportivo que les comprimirá en una grada mientras a todos se nos solicita que evitemos viajes innecesarios, que permanezcamos en nuestras casas, que evitemos contactos con grupos de personas  para intentar controlar la curva de contagios por coronavirus?

¿Es razonable que muchos de los que viajaron lo hicieran mientras sus hijos estaban en casa por haberse cerrado los colegios?¿No es absurdo ver cómo los capitanes se saludaban sin darse la mano, mientras en la grada se animaba codo con codo, piel con piel cantando a toda garganta como si el fútbol estuviese por encima de todo lo demás?

¿Felicidad cargada de irresponsabilidad? ¿Falta de reacción de UEFA ante la rapidez con la que se expande el Covid-19? Ambas cosas son ciertas, aunque tenga menos explicación la segunda que la primera. El aficionado que compró su viaje a Liverpool jamás pudo imaginar el escenario en el que íbamos a estar este miércoles. El martes por la mañana los partidos de Liga aún no habían sido cerrados al público. Dos días después la competición se ha suspendido. Estamos ante un "partido a partido" para el que no estábamos preparados. Necesitamos coraje, corazón y mucha (más) responsabilidad.