análisis

Triste melodía napolitana

Si ganamos en Madrid, salvamos la temporada y llegamos al verano en condiciones de hacer la limpieza con lejía que tanto necesitamos.

Setién y Vidal, después de que el chileno viera la tarjeta roja en Nápoles.

Setién y Vidal, después de que el chileno viera la tarjeta roja en Nápoles. / periodico

Antonio Bigatà

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Tendríamos que ir a Madrid a ganarle al Real como sea y dejar para después nuestros lloros por lo mal que llegamos a jugar en Nápoles, pero seríamos deshonestos si no confesamos que lo de Nápoles pasó muchísimo de la raya y que vamos con muchísimo miedo al Bernabeu. Aquella primera parte en el estadio de San Paolo pasándonos la pelota triste y horizontalmente por delante del arco del área italiana, una y otra vez, sin jugar, sin intentar siquiera ir hacia la portería para ver si pasaba algo, acumulando minutos de posesión estúpida e impotente, creo que a muchos de nosotros nos hizo daño. 

Hacía tiempo que no veíamos un Barça tan malo. El Nápoles se había replegado hacia atrás por creer quizá que tenía delante al poderoso Barça, pero aquel equipo amarillento y desangelado, vacilante y tímido, tan sin recursos, del Barça solo tenía el nombre y los recuerdos. Ni desmarques, ni tensión competitiva, ni ideas, ni disparos a puerta. Pelota va y pelota viene, ahora de derecha a izquierda y luego de izquierda a derecha, confiando  quizá que el Nápoles continuase teniendo miedo sin razón y sin hacer tampoco nada. ¡Qué desastre! Ni siquiera Messi llegaba a parecerse al Messi de los días que está bajo. Al principio pensé que se dosificaba para guardas fuerzas de cara a ganar el partido de mañana en Madrid, pero en cuanto me fijé comprendí que a la vista de cómo actuaban sus compañeros si guardaba energías era para intentar que el apretón que nos puede meter el Madrid no sea demasiado escandaloso.

Las torpezas de Junior Firpo

Pido perdón por la falta de fe con que voy al Bernabéu  y por confesarlo. En aquel partido de Italia tuve instintos homicidas con Junior Firpo, que defiende mal, marca peor  y tropezó en el tanto que nos metieron. El Barça lo fichó porque el año pasado hizo partido impresionante con el Betis en el Camp Nou haciendo de lateral estilete subiendo al ataque. Parecía del Liverpool. Abidal nos lo compró por una millonada pero creo que no estudió si aquella actuación había sido una tarde-milagro o el reflejo de su nivel habitual.

En Nápoles de una veintena de jugadas en las que subió creo que 18 veces se limitó a dar pasecitos cortos hacia atrás de esos que también sabría hacer cualquier lector de este diario, una intentó irse sin éxito y otra se enredó sin que fuese culpa suya. Sus compañeros, que  ya le conocen, parecían evitar pasarle el balón con lo que en la práctica el Barça actuó casi siempre con diez salvo cuando se trastabilló en la jugada que nos costó el gol de Mertens. 

No soy un forofo furioso cargando las tintas contra el más débil; soy un analista del trabajo contratador de Abidal y de la eficacia de Quique Setién al elegir a once jugadores para saltar al campo. Sí, me pueden decir que Setién no tiene ningún otro hombre para cuando no puede disponer de Jordi Alba, y yo les responderé que es por eso, por la plantilla desmesuradamente corta y descompensada, que escribo estas líneas desencantadas.

Viendo como se jugó pienso en lo que le puede pasar a este Barça el día que tenga delante a un equipo más de verdad que el Nápoles. El miércoles observé al City  -que a causa de Guardiola es mi Barça reserva- desplegando en el Bernabéu un fútbol que ahora no está a nuestro alcance y utilizando un banquillo que convierte el nuestro en ridículo. La alegría por la derrota del Madrid y la satisfacción por la defenestración de Sergio Ramos -el hombre expulsado más veces en la Champions y en la Liga-no consiguió que remontase el estado de desesperanza en que caí por el partido desgraciado de Italia.

Entrenamientos mejorables

Tal como digo tantas veces, como esto es un juego igual cambia nuestra suerte precisamente mañana y tenemos un domingo reparador y esperanzador. Estaría bien. Pero el puñetero Barça que jugó en Nápoles podría ayudar a que tuviésemos suerte trabajando mucho más en los entrenamientos de lo que lo hace, corriendo mucho más en los partidos y siendo mucho más preciso al combinar, subir, bajar, desbordar, crear superioridad numérica, disparar a puerta y cerrar los caminos a los adversarios. Haciendo todo eso igual llega la suerte, ganamos en Madrid, salvamos la temporada y llegamos al verano en condiciones de hacer la limpieza con lejía que tanto necesitamos.     

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