La clave

El lado perverso del azar

¿En qué pensaba el agresor de la estación de Navas mientras zarandeaba y pateaba a una mujer indefensa? En nada, probablemente

Robo con violencia en la parada de metro de Bac de Roda, en Barcelona

Robo con violencia en la parada de metro de Bac de Roda, en Barcelona. / periodico

Joan Cañete Bayle

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El vídeo es una explosión de violencia. Un hombre encapuchado asalta a una mujer cuando se dispone a entrar en el metro. La arrastra por el suelo y la golpea en la cabeza hasta que los dos salen de plano. El agresor quiere robarle el bolso, y ella se resiste y se aferra.  Estremece pensar qué sucedió en el ángulo ciego de la cámara, fuera de plano, fuera de la vista, en la estación de metro de Navas pasadas las once de la noche, en un acceso secundario en el cual no hay empleados a esa hora. La mujer víctima del asalto salió por su propio pie de la estación y presentó denuncia a los Mossos d’Esquadra.

Es inevitable pensar en David Caminada, periodista del departamento de comunicación del Ayuntamiento de Barcelona, que fue apuñalado hace unas semanas en plena calle, por puro azar, última víctima de una cadena de crímenes que acabó con tres muertos. O en  A. G. M, a quien la vida le cambió el 26 de junio del 2016, cuando sufrió un brutal paliza en el metro a manos de tres personas que le dejó parapléjico. La banalidad de la violencia, ese instante entre la vida y la muerte en el que la moneda gira en el aire. El doloroso capricho del destino.

Mucho se ha hablado y escrito de la inseguridad en Barcelona, considerada por los barceloneses como uno de los principales problemas de la ciudad. Muchos barceloneses tienen la sensación de que la ciudad es más inhóspita y arisca, de que vivimos tiempos en los que la violencia es más brutal y gratuita, de que un robo callejero, un tirón o la sustracción de un móvil en una discoteca acaba con demasiada facilidad en un apuñalamiento o en una pelea. Sin duda, los vídeos que proliferan por doquier y  su rápida difusión por redes sociales ayudan a esta sensación que, como todas, es subjetiva. Pero no puede negarse que el metro, a partir de cierta hora, intimida, Y que el vídeo de la señora de Navas, aferrada a su bolso mientras el agresor la arrastra por el suelo, asusta. ¿En qué pensaba ese hombre mientras zarandeaba y pateaba a una mujer indefensa? En nada, probablemente. Ese vídeo retrata el lado perverso del azar.