Incendios de Australia

¿Evacuar o apagar el fuego?

Sería conveniente estudiar las dificultades con las que se han encontrado los compañeros australianos y las barreras internas para gestionar ayuda entre países

Ilustración de Monra

Ilustración de Monra / periodico

Jordi Vendrell

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Australia arde. Que Australia arda no sería noticia si no fuera por las imágenes de la Sydney Opera House bajo una capa de humo, canguros escapando del fuego y koalas rescatados en coches particulares.

Como se ha dicho, que arda no es la cuestión. Los eucaliptos, planta nativa australiana, necesitan el fuego como parte de su ecología para rejuvenecer el bosque, estrategia seguida durante millones de años. También, sin ir más lejos, los últimos grandes incendios en la zona de Melbourne y Sídney son los de los años 2003 (Canberra) y 2009 (Black Saturday) en el que murieron 173 personas. El problema es cómo esta zona ha pasado de quemarse cada 50-100 años a hacerlo cada 10-20 años.

Se ha hablado mucho del cambio climático como uno de los causantes de la situación de emergencia del país, y aunque es complicado y arriesgado asociar los impactos de un solo evento regional en un contexto global de cambio climático, la asociación no es en vano, dos de los factores que determinan cómo quema un incendio tienen relación: la vegetación y las condiciones meteorológicas. No es para menos: el sudeste australiano sufre una sequía profunda desde los últimos 20 meses y las temperaturas del último año marcaron un récord, con 1,52ºC por encima de la media climática del país.

Más calentamiento significa que las plantas necesitan más agua, pero en un contexto de sequía el suelo no retiene la suficiente agua que las plantas necesitan y se secan. Los expertos australianos nos dicen que la temperatura media actual del país se encuentra ya 1ºC por encima de la temperatura media climática. Si este contexto de calentamiento les ha llevado al escenario actual, nadie quiere imaginar cómo puede ser el escenario si se cumplen las previsiones de 3ºC de calentamiento.

Entre círculos 'bomberiles' europeos ha habido bastante movimiento en forma de ofrecimientos de ayuda en el país austral, hasta el punto de que el CEO del Consejo de Servicios de Emergencia de Australia (AFAC) tuvo que salir al paso y explicar el porqué no se puede aceptar toda la ayuda recibida, mientras sí han aceptado y recibido ayuda de Estados Unidos y Canadá. Una de las explicaciones que dio es que no todos los países están familiarizados con los incendios en Australia, con lo que no se podría garantizar el desplegar operaciones efectivas y seguras, y por lo tanto sería más un problema añadido que una aportación de soluciones. Tenemos que pensar que Australia tiene el tamaño de Europa, y la vertiente este australiana, el tamaño del arco mediterráneo europeo.

Por otra parte y no menos importante, la falta de marcos de trabajo conjuntos con países europeos es un problema. Australia y Nueva Zelanda forman parte del Sistema de Gestión de Emergencias de Australia (AIIMS) que es una adaptación del modelo americano y canadiense (ICS) y que determina en definitiva los protocolos de trabajo y competencias profesionales. En Europa se está trabajando para tener marcos de trabajo conjuntos, pero todavía queda camino por recorrer: definir unas competencias profesionales comunes que faciliten el intercambio de profesionales en situaciones de emergencia entre otros.

Gran parte de los esfuerzos de los sistemas de emergencia australianos se están destinando a evacuar a la población afectada

Más que poner esfuerzos en saltarnos las barreras de ahora para poder enviar ayuda, sería más conveniente poner esfuerzos en estudiar las dificultades con las que se han encontrado los compañeros australianos y las barreras internas que tenemos para gestionar ayuda entre países. Esperamos tenerlas solucionadas cuando en el futuro nos encontremos con una situación similar a la de Australia. No hay más camino posible. Podemos y debemos hacer esfuerzos para mitigar los impactos del cambio climático, pero sobre todo nos queda aprender y adaptarnos.

Las vacaciones mejor en invierno

Australia nos muestra cómo un ecosistema se está adaptando a un nuevo contexto, y nosotros como sociedad deberíamos hacer lo mismo. En este sentido el profesor David Bowman (UTAS) hacía una propuesta valiente aunque complicada: pasar el periodo de vacaciones en meses más fríos y/o húmedos, con un riesgo de incendio más bajo. Gran parte de los esfuerzos de los sistemas de emergencia australianos no se están poniendo a apagar el fuego, sino a gestionar población afectada: evacuaciones de población residente y turistas y asegurar el suministro de servicios básico a comunidades aisladas.

Pensemos en nuestra casa. Gran parte de la población europea viaja a países del sur de Europa para disfrutar del sol del Mediterráneo en verano: miles de personas, viajando y pernoctando a lo largo de una autopista AP-7 de Niza a Málaga, cruzando macizos forestales en alto riesgo de incendio en verano. Unos turistas que en muchos casos no han visto nunca un incendio, que no conocen cómo queman los bosques mediterráneos, y que no sabrían cómo reaccionar ante una situación de emergencia. Mientras tanto, podemos disfrutar del invierno.