Análisis

Curanderos del mercado laboral

Aunque es evidente que la reforma del PP no ha funcionado, la ministra no aborda con mirada amplia el problema general de la contratación en la economía española

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Guillem López Casasnovas

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No será derogación completa pero sí un nuevo intento de poner orden en la contratación laboral. El que la ministra sea de Podemos garantiza que los cambios no serán eufemísticos. Dicho esto, los contenidos de la enésima reforma son inciertos. El mercado de trabajo español está enfermo. Algo serio hace tiempo le está pasando. Las cifras de paro son altas tanto con las crisis como con las bonanzas económicas: una rara avis en el comportamiento laboral europeo, con fuertes implicaciones en el bienestar social. Y ante este enfermo cada posicionamiento ideológico hace su intento de arreglarlo.

Paro estructural y contratación cada vez más temporal y menos duradera son sus síntomas. Las dos cosas son malas para la sociedad. Ciertamente, mejor tener trabajo, aunque no para siempre, que estar parado sin perspectivas profesionales y vivir de la sopa boba. Este tipo de comunidad es penosa, allí donde sea se procrea. Pero la temporalidad, necesaria en algún sector, la aprovecha el empresariado irresponsable a la búsqueda de la flexibilidad y de su máximo excedente económico. Malos igualmente sus efectos por un malvivir, sobre todo de los jóvenes, que pagan las consecuencias con trabajos precarios mal pagados, sin capacidad de construir una vida digna, la emancipación familiar, un mínimo de ahorro de previsión y remontar la natalidad . Un desastre para el futuro de la sociedad.

La reforma laboral anterior, hecha por los conservadores, es hoy evidente que no ha funcionado. Muchos empresarios han acogido a la flexibilidad -quién no la quiere- que han entendido como contratos de unos pocos días y con abuso de posición. Como si todo el mercado fuera servido por una gran empresa de trabajo temporal. Muy posiblemente han aumentado así los beneficios empresariales y la gente ha visualizado no la creación de empleo sino los escasos mil euros que se llevan al bolsillo los trabajadores, aunque obviando el coste completo que tienen las empresas si optan por otro tipo de contrataciones : la 'tax wedge' o cuña fiscal que calcula la OCDE, como una de las tasas más altas, relativamente a la escasa retribución neta del salario neto. Esto está claro que posiciona a buena parte de la población contra los empresarios en general, tanto de los justos como de los pecadores. Como es natural el cabreo se expresa en las elecciones y acabamos con una ministra combativa contra una de las partes y no con mirada amplia del problema general de la contratación en la economía española.

Todos los males vienen en mi opinión del modelo económico de baja calificación en el que estamos instalados, que permite una elevada rotación y no exige ni formación ni continuidad. Esta ha sido sin duda una vía fácil de rentabilidad a corto plazo, que han seguido algunos empresarios con la bendición de muchos de nuestros políticos cortoplacistas; por ejemplo en el desarrollo del sector servicios, aunque es evidente que esta ventaja no tiene futuro empujada por una competitividad que cada vez pide más de lo mismo, y por lo tanto va a peor.

Creo pues normal que ahora otros, curanderos de todo, prueben soluciones alternativas con la mirada escéptica de quien quisiéramos el debate se llevara por otros cauces.